Ella me mira casi petrificada ante el peso de la verdad que le acabo de revelar. Sus manos temblaban ligeramente mientras las mantenía apoyadas en la cama, necesitando el contacto sólido para no desmoronarse.
—Ya estabas casada conmigo, un Garibaldi. Nuestra familia se había hecho millonaria y ella quería tu lugar. Te envidiaba. Ya teníamos a Gerónimo y estabas embarazada de Guido. Rosalía quería todo lo que tú tenías. Le daba rabia que tú, que eras una recogida, hubieras logrado lo que ella no había podido. Te culpaba de que sus padres gastaran dinero en tu crianza, dinero que consideraba que le pertenecía a ella. Y además... —hago una pausa breve antes de continuar—, eras hija de una familia rica y te habías casado con un Garibaldi. Se hizo cirugía plástica y se convirtió en una copia tuya. —Eso explica tantas