Ese recuerdo abrió una puerta peligrosa que me había esforzado por enterrar, a fragmentos de mi pasado que podrían convertirse en amenazas en mi presente. Volví a ver el rostro de Helen claramente en mi mente, la intensidad de sus ideas, su carisma envolvente y, por supuesto, sus elecciones cuestionables.
—¿Odias las agujas y quieres tatuarte mi corazón? —preguntó Gerónimo, visiblemente aliviado y bromeando conmigo, ese humor suyo que siempre aligera los momentos tensos.—¡Era para que todos me reconocieran, amor! Pero ahora ya no es necesario con eso que descubriste —dije enseguida, sintiéndome algo más tranquila.Darío, quien no había dejado de observarnos con esa mirada analítica suya, intervino con seriedad, casi sin apartar la vista de su computadora.—Cristal, ¿cuándo fue que te quitaste ese dibujo?—El d&ia