Al fin, los aviones particulares de los Garibaldi y los Greco llegaron al aeropuerto privado que poseen en Palermo. Todos corremos al descender hacia unos autos que nos están esperando en la pista. Un hombre alto se acerca a recibir a papá.
—Yiorgo, ¿de qué se trata todo esto? ¿Cuál es el misterio? —pregunta, asombrado de ver la gran comitiva. —Constantino, te presento a Fabrizio Garibaldi —es la respuesta de papá. —¿Qué? ¿Pero son ciertos los rumores de que nos arreglamos con los Garibaldi? —pregunta incrédulo. —Sí, somos socios ahora. Fabrizio es como un hermano para mí; puedes confiar en él como si fuera yo —dice papá, presentando a nuestro primo Constantino, como me lo ha dicho mi hermano. Fabrizio inclina levemente la cabeza al escuchar a papá. Mi primo ya nos tiene listos los autos. Constantino está impresionado de ver en persona a todos los Garibaldi; los mira, increíblemente impresionado. Papá le hace señas de que se nos acerque, y él lo hace.