414. EL RESCATE DE GERÓNIMO

Me escondo detrás de un pedazo de pared, sin dejar de apuntarle; ella a su vez me apunta. Los otros dos hombres se han retirado a esconderse detrás de escombros en el piso, con sus armas listas contra mí. Los del closet les apuntan, pero no toman partido todavía; solo la miran a ella y a mí.

—¡No te lo llevarás! ¡Primero tienes que matarme! Eso no te va a resultar tan fácil, impostora —digo y le disparo, haciendo que se aleje del cuerpo inerte de Gerónimo.

—¿A quién llamas impostora? ¡Yo soy la verdadera, Cristal, hija del Greco, no tú! ¡Dispárenle! —ordena, dirigiéndose a los Manos Negras, que nos apuntan a las dos, mirando unas veces hacia mí y otras hacia la otra chica—. ¿Qué esperan? —grita y levanta su arma para dispararme; me refugio detrás de unos escombros.

Pero, para mi asombro, los Manos Negras dirigen sus armas hacia ella, y uno de ellos sale sin dejar de apuntarle y se coloca abiertamente a mi lado. Al verlo, salgo de mi escondite sin dejar de vigilar a
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