Cristal retrocede un paso, tambaleándose ligeramente, como si el peso de las acusaciones le estuviera aplastando los hombros.
—Fabrizio... Estoy segura de que fue alguien más. Pero, por favor, necesito que encuentres a Gerónimo. No haría nada para ponerlo en peligro —dice con un hilo de voz, mientras su mirada implora ayuda. Los Manos Negras... El solo escuchar ese nombre hace que un nudo se forme en mi garganta. ¿Lo atraparían al fin? Fabrizio respira profundo y da un paso adelante, su autoridad imponiéndose sobre todos los presentes. —¿Se puso de pie, no estaba herido? —pregunto, pensando que lanzarse así de un auto no todos salen ilesos. —No, señor, y nadie se decidía a acercarse —sigue contando el otro—. Ya sabe, por la puntería que tiene. Fue cuando Los Manos Negras lo rescataron. —¿