405. GIOVANNI GARIBALDI. LA BÚSQUEDA DE GERÓNIMO
Guido agarra a Cecil de una mano y a Cristal de la otra, saliendo molesto. Los demás miran a Rosa con desprecio e incredulidad y salen detrás de ellos.
—Giovanni —habla Fabrizio muy serio—, encárgate. Quiero esa información ya, estaré en mi oficina.
—Dalo por hecho, Fabrizio —respondo fríamente, mirando a Rosa, que retrocede asustada.
—¡Es mentira, Giovanni! ¡Yo sería incapaz de hacer eso! ¡No le creas, yo jamás entregaría a Gerónimo! —grita aterrada al ver cómo la miro.
—¿Recuerdas que te advertí no salir de la casa? ¡Te lo prohibí! —le digo, acercándome a ella, ahora plenamente convencido de las sospechas que he tenido escondidas todos estos años.
—No podía negarme a Stavri —responde mientras retrocede.
—¿Me vas a decir todo o necesito convencerte? —pregunto fríamente mientras saco el pequeño puñal de mi cintura—. No tengo mucha paciencia, Rosa, comienza. ¿Quién raptó a Gerónimo?
—¡No lo sé, te lo juro! ¡Está bien, es verdad que salí y fui a una cafetería! ¡También es