Nos introducimos todos en una especie de cabaña, estamos felices. Siempre fuimos muy unidos desde niños. Se nos unen, según pasa el día, todos los primos: Hugo, el hijo del tío Colombo, las hijas del tío Romano, los hermanos de Coral. En fin, estamos todos.

El entrenamiento empieza a las cuatro de la mañana cada día. Nuestros padres también vienen y se nos unen; ellos son los que hacen de enemigos, y mira que son fuertes. El bisabuelo, vestido con ropa de camuflaje, está de pie esperando por todos nosotros, que salimos aún adormilados.

—Vamos, Gerónimo, no tenemos tiempo que perder, eres el principal. Tienes que ser el primero. El camino es muy difícil, hijo —dijo mi bisabuelo.

—¿Qué tan difícil es? —preguntó Gerónimo, mirando al anciano.

—Mucho, eso no lo voy a negar, pero saldrás airoso —aseguró con sinceridad—. A mí me raptaron tres veces, pero siempre pude escapar.

—¿Te raptaron tres veces? —preguntó Gerónimo, asombrado.

—Sí, y a tu bisabuela también, pero ella resistió —siguió co