El hombre más famoso del mundo

Después de hablar con Zack, Moira regresó a la casa que había compartido con él por dos años y tomó sus maletas ya hechas con todo lo que se llevaría. Dejaba algunas cosas atrás, pero nada demasiado importante, seguramente él se desharía con gusto de todo.

Metió las maletas al asiento trasero de su auto y empezó a conducir directo al aeropuerto.

Sin embargo, las lágrimas rápidamente nublaron su vista.

La bocina de un auto la hizo doblar justo a tiempo para no provocar un accidente de tránsito, un accidente que tal vez la dejaría mal herida y le quitaría la única razón por la cual no deseaba morirse ahora.

Estacionó el auto a un costado de la carretera y apoyó los codos en el volante mientras enterraba el rostro entre sus manos. Intentó contener las lágrimas, intentó ser fuerte, pero no pudo, todo lo contrario, cada vez se sentía peor y peor, cada vez lloraba más y más, con sollozos que hacían temblar su cuerpo.

No podía, no podía pretender que nada le hacía daño, ella no era como Zack. Sabía que él la quería muy a su extraña, fría y retorcida manera, sabía que aunque sea un poco lo molestaría su ruptura, pero él estaría bien, a él le bastaba una vida con solo sus inventos y sus objetivos. ¿Pero ella? Tendría a su bebé, pero siempre tendría atorado en la garganta el cómo sería la vida si tan solo él la hubiera querido un poco más, si las cosas hubieran sido un poco diferentes, si tan solo tuviera otra opción…

La verdad estaba hecha un desastre, no podía conducir así, ni viajar así. Con dedos temblorosos, marcó el número de su hermana Lily, pero ella no le contestó, probablemente estuviera dormida a esta hora. Era tarde cuando fue a buscar a Zack y estaba segura de que se la pasó al menos un par de horas llorando, debía ser casi medianoche, lo cual significaba que sus amigas también estarían dormida.

¿A quién más podría llamar? Estaba en medio de la carretera y no se sentía en condiciones de conducir, la asustaba cometer una estupidez, así que prefería pedir ayuda por más que realmente no quisiera hablar con nadie ahora mismo.

Indecisa, marcó el número de Franny. Ella contestó inmediatamente.

—¿Puedo ayudar en algo? —Una sonrisa involuntaria floreció en Moira al escuchar el tono servicial de Franny al mismo tiempo que escuchaba las maldiciones de Robert de fondo. Probablemente interrumpió algo íntimo, lo cual no era sorpresa puesto que seguían siendo recién casados.

—Yo… —La voz le tembló un poco mientras su sonrisa se desvanecía—. Yo… t-terminé con Zack y… y… — Sollozó, sin poder contenerse—. L-lo siento… es solo que… es solo que… —Las lágrimas volvieron a escapársele incontenibles—. Yo no…

—Está bien. —La voz normalmente siempre profesional de Franny se llenó de comprensión y un poco de dulzura—. No tienes que decir nada. ¿Dónde estás? —Casi sin voz por el llanto, Moira le informó que estaba casi al final de la carretera 24 en dirección al aeropuerto—. Entiendo, estaremos allí en treinta minutos, por favor ten paciencia.

—¿Treinta m-minutos? —Se sorprendió—. P-pero su casa está como a una hora de aquí…

—Treinta minutos —repitió con seguridad la mujer, para luego colgar la llamada.

Efectivamente, exactamente treinta minutos después Franny y Robert estacionaron su auto detrás del suyo. Aparentemente Franny no tendría ningún problema siendo piloto de carreras, bajó del auto con todo el porte de una profesional, mientras que Robert bajó casi vomitando.

Cuando abrió la puerta y pudieron verla bien, notando rápidamente los rastros de lágrimas y sus ojos rojos e hinchados, los dos se pusieron muy serios.

—¿Quieres que golpee a Zack? Porque puedo golpearlo. —Robert se cruzó de brazos, molesto como pocas veces lo había visto—. ¡No hay peor pecado que hacer llorar a una mujer! ¡No soportó ver llorar a una mujer! ¡Esto es imperdonable e inexcusable! —Comenzó a pisotear en dirección a su auto, completamente listo para darle a Zack la paliza de su vida.

—No… no le digas… no le digas nada… —Entró en pánico, no quería que él supiera cómo la había dejado, no necesitaba otra humillación.

—Robert, querido, luego nos encargaremos de planear un pintoresco funeral para Zack, por el momento ocupémonos de Moira. —A pesar de su voz completamente tranquila, una mirada espeluznantemente amenazadora se había apoderado de la cara bonita de Franny ahora mismo.

Honestamente no podía imaginar nada más aterrador que una Franny, que normalmente era tranquila y servicial, enojada.

—E-estoy bien, solo… —Se frotó los ojos, tomando una profunda respiración—. No creo que pueda conducir ahora mismo…

—Entiendo completamente, por favor pásate al asiento del pasajero —murmuró, para luego decirle a Robert que condujera detrás de ella en lo que llevaban a Moira a su mansión.

Robert Niles era millonario desde nacimiento, muy millonario. Él fue el principal financiador de los inventos de Zack, aunque con las ganancias que Zack estaba haciendo pronto se volvería igual de rico que Robert.

—Solo… intenta respetar las leyes de tránsito esta vez ¿quieres? —El multimillonario esposo de Franny se veía un poco traumatizado.

Franny condujo de forma normal, por lo que les tomó cincuenta minutos llegar a la mansión Niles, y en todo el viaje no le hizo ni una sola pregunta. Cuando llegaron a la mansión simplemente la invitó a quedarse en una habitación y hasta le ofreció ropa más cómoda para dormir. A diferencia de su esposa, se notaba a leguas que Robert quería hacerle mil preguntas, pero bastó una mirada de Franny para que se quedara en silencio.

Moira solo atinó a darles las gracias antes de ir a dormir.

Al día siguiente se despertó con un abrazo de su hermana mayor, que obviamente había sido llamada por Franny debido a que nadie sabía hacerla sentir mejor más que Lilly.

Sabía que tenía que dar explicaciones, cosa de la cual se hubiera salvado si hubiera ido directamente como era su plan original, pero se sentiría mal preocupándolos después de toda la ayuda que le dieron y ver tanta angustia en sus ojos al mirarla.

Les contó todo a Lilly y Franny, sin protestar ante la presencia de Robert cuando él insistió en quedarse a escuchar, de todas formas nunca aceptaba un no por respuesta… y sabía que también estaba preocupado por ella.

Cuando les dijo que estaba embarazada, incluso Franny se sorprendió.

—Pero… ¿Por qué? ¿Por qué no se lo dijiste? —Una vez acabó de hablar, esa fue la primera pregunta que hizo su hermana.

—Conozco a Zack, Lily. —Se mordió el labio, apenas conteniendo las lágrimas después de haber contado todo eso—. ¿Qué bien haría en decírselo? No quiere este bebé, e incluso si llegara a aceptarlo por obligación, estoy segura de que todo lo que haría sería darme dinero a lo mucho. Y no necesito su maldito dinero.

Apretó los puños, pues muchas personas e incluso en los medios de comunicación la acusaban de ser una caza-fortunas por estar con el famoso inventor que revolucionó al mundo, a pesar de ser novios desde antes de que obtuviera su fama. De él se hablaban maravillas y de ella pura basura. Seguramente su ruptura traería más chismes infundados.

—Nunca estará allí para el bebé, pase lo que pase —continuó hablando—. ¿Por qué molestarme en darle la oportunidad? Lo conozco, siempre tiene algo mejor que hacer que estar con las personas que lo aman. Así es Zack. —Apretó los labios, sintiendo una dolorosa mezcla entre tristeza y furia—. Prefiero estar sola.

—Pero… ¿no crees que tu hijo merece la oportunidad de…?

—¡Es un bastardo! —Robert irrumpió en la conversación de pronto—. Hiciste bien en dejarlo, Miry. Si quiere estar solo le haremos el favor. —Sonrió ferozmente—. Si no te busca dispuesto a rogar perdón de rodillas entonces no te merece. ¿Segura que no quieres que lo golpee? Créeme que lo haría con gusto.

Moira sonrió suavemente. A pesar de que se suponía que Robert era más amigo de Zack que suyo, Robert era todo un caballero incluso con su ex fama de mujeriego. Tenía sus momentos de ser encantador.

—Quiero cortarlo completamente de mi vida. No quiero volver a saber nada de él ni que sepa nada más de mí. —Frunció el ceño—. Gracias, pero… quiero que todo haya acabado con esa conversación, con la última oportunidad que le di para demostrarme que me equivocaba, pero tuve razón. —Sonrió amargamente, con las lágrimas volviendo a asomarse—. Él no está listo para esto, nunca lo estará. Tal como él mismo me dijo, no es ese tipo de hombre. —No podría darle lo que ella quería, se lo dejó claro.

Cuando las lágrimas volvieron a deslizarse por su rostro, Lilly la abrazó y los recién casados las dejaron solas.

—Oh, Miry… Siento mucho que todo haya resultado así. —Moira asintió y simplemente la abrazó con más fuerza.

Luego de que estuviera un par de horas confortándola, la invitó a quedarse en su casa con ella, pero Moira tuvo que rechazarla. Adoraba a su cuñado, de verdad que sí, pero Clark, el esposo de Lilly, era… demasiado bocón, no había forma de que se quedará callado si se enteraba que estaba destrozada por la ruptura, y mucho menos si llegaba a enterarse del embarazo. Le suplicó a Lilly que no le dijera nada.

Una vez su hermana se fue, volvió a sentirse más fría que nunca y quiso marcharse a un hotel, pero Robert y Franny insistieron en que se quedé en la mansión todo lo que quisiera. Ella les agradeció, pero se saltó la cena de esa noche y se marchó a su habitación a dormir, o al menos intentar dormir. La verdad es que se la pasó la mitad de la noche intentando no llorar y la otra mitad llorando.

Cuando logró dormirse, durmió prácticamente todo el día, se levantó casi al atardecer y a la hora de la cena recibió un gran regaño de parte de Franny, que procedió a servirle un gran banquete para que cuidara su salud, por el bien del bebé.

Comió sin ganas lo más que pudo y luego volvió a deprimirse en su cama, sin ganas de hacer nada, queriendo dormir lo más posible, porque solo durmiendo no pensaba en Zack.

Sin embargo, a pesar de sus intenciones de dormir para no pensar en Zack, esa noche el destino le jugó una broma cruel y soñó con él.

Se despertó con los ojos aguados y la impotencia por no poder sacárselo de la cabeza la hizo llorar todavía peor. Se negó a comer ese día.

Franny respetó su deseo de no cenar ese día, pero al siguiente irrumpió en su habitación cuando volvió a negarse y la obligó a comer, no obstante Moira acabó vomitando prácticamente todo lo que intentó comer. Ante eso, Franny la llevó directo al hospital, sin resignarse a que no quisiera comer.

Y gracias al cielo que lo hizo, porque el doctor rápidamente le advirtió que estaba comenzando a experimentar síntomas de depresión, lo cual podría ser muy peligroso para su bebé, pero afortunadamente todavía parecía no haber caído en ese trastorno de salud mental. Aun así, la mera posibilidad la horrorizó y de inmediato quiso hacer algo al respecto. El doctor le sugirió quedarse cerca de amigos y familiares o bien asistir a terapia si los síntomas persistían. Moira prometió que haría todo lo posible por cuidarse, porque verdaderamente quería a este bebé. Se sintió avergonzada de sí misma por dejarse llevar tanto por la tristeza.

Muy bien, Zack era un bastardo, era su problema, ella iba a iniciar una nueva vida sin él. E iba a estar bien.

O eso dijo, pero seguía doliendo… Sin embargo, cada vez que se sentía lista para deprimirse por eso, tomaba aire y pensaba en su bebé, sin dejarse arrastrar por la tristeza y los fantasmas de una vida que ya pasó.

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