Era época de exámenes finales y llegué al nuevo departamento de mi hermano Mario cargando mis libros, con la intención de estudiar en un ambiente tranquilo.
Sin embargo, apenas había abierto mis libros cuando sonaron unos fuertes golpes en la puerta. Pensando que eran las plantas que había ordenado, abrí sin sospechar nada.
—¡Miren todos! ¡Por fin conocemos la verdadera cara de la amante de Mario Flores! —exclamó una voz.
Al abrir, casi me golpea en la cara un celular montado en un bastón para selfies, sostenido por una chica bajita y excesivamente maquillada. Detrás de ella había un grupo grande de personas.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Se equivocaron de departamento? —pregunté, frunciendo el ceño.
No obstante, antes de que pudiera reaccionar, el grupo me empujó dentro del departamento.
—Así que esta es la amante que mantiene el novio de Fabiola. Ni siquiera es tan bonita —comentaban las mujeres mientras me miraban con desprecio, haciéndome sentir muy incómoda.
—¿Por qué están entrando a la fuerza? ¡Salgan inmediatamente! —exclamé, intentando alcanzar mi teléfono, pero una mujer alta de pelo ondulado se me adelantó y me lo arrebató.
—¿Querías pedir ayuda? ¡Ni lo sueñes! —me miró con odio—. Te voy a dar una lección por meterte con mi prometido.
Antes de poder procesar lo que decían sobre amantes y prometidos, me abofeteó dejándome aturdida.
—¡Miren todos esa cara de inocente! Qué bien actúa. Ahora ven qué tipo de mujeres les gustan a sus hombres —repuso la mujer que me había golpeado, mientras se frotaba la palma de la mano—. ¡Deja de fingir! ¿Acaso te atreves a decir que no conoces a Mario? ¿Que no eres la amante que mantiene mi prometido?
Mario era mi hermano. Así que, ¿de qué amante hablaban? Todo lo que usaba provenía del dinero que me había dejado mi madre.
—¡Sí conozco a Mario! ¡Soy su hermana! —respondí. Nunca me habían golpeado, por lo que estaba furiosa—. Ya que saben que es mi hermano, ¡lárguense de mi casa!
—¡Descarada! Ustedes las jovencitas siempre usando esa excusa de ser «la hermana». ¡Qué asco! —escupió la mujer y me clavó las uñas en la mejilla donde me había golpeado.
El dolor me hizo llorar, pero no podía apartar su mano.
—Fabiola, mira qué departamento tan grande y lujoso. Mario sí que es generoso con esta zorrita.
¿Fabiola? Un nombre apareció en mi mente. Aparté su mano con fuerza mientras me cubría la mejilla.
—¿Eres... Fabiola Sanz? ¿La novia de Mario?
El grupo, al escucharme, se enfureció aún más.
—¡Así que sabías que tenía novia y aun así te metiste con él! Amigos, esto es el colmo. Miren bien a esta sinvergüenza.
Volvió a apuntarme con el celular. Sabiendo que estaba transmitiendo en vivo, rabiosa, le tiré el teléfono.
—¡Quita ese teléfono! No soy ninguna amante, Fabiola...
Antes de terminar, la streamer me pateó en el estómago, haciéndome tropezar y doblarme del dolor.
—Soy la hermana de Mario, su hermana de sangre —dije entre dientes, adolorida y furiosa.
Todos se quedaron paralizados y miraron a Fabiola.
—¿Mario tiene una hermana? —preguntaron.
—Sí, tiene una hermana —respondió ella, con mala cara.
—Si nos equivocamos y golpeamos a la hermana de Mario, estamos en problemas... —murmuraban todos dudosos.
En medio de la confusión, una voz se alzó:
—¡Está mintiendo, ella no es su hermana!