Confiaba plenamente en Mario.
Hasta que ese día, mientras comíamos juntos, sonó su teléfono.
—¿Qué? —sus cejas se fruncieron y su rostro se ensombreció—. Llévenla a hacer exámenes. Quiero resultados precisos.
Después de colgar, permaneció en silencio por un largo rato.
Imaginando que tenía que ver con Fabiola, pregunté: —¿Mario?
—Fabiola... está embarazada —su voz era fría como el hielo.
Me quedé paralizada. Fabiola esperaba un hijo de Mario. La noticia nos tomó completamente por sorpresa.
Para ser honesta, no podía perdonar a Fabiola. No solo me había humillado, sino que había destruido la herencia de nuestros padres.
Pero ahora llevaba al hijo de Mario, sangre de los Flores, mi futuro sobrino o sobrina.
Podía ver el conflicto en los ojos de Mario.
—Mario, el bebé es inocente —dije, aunque me dolía, la razón prevaleció.
—No puede quedarse con el bebé —respondió Mario después de un largo silencio—. Si nace ese niño, nunca nos libraremos de ella.
Era la primera vez que veía a Mario tan