Rodeada por todos, Fabiola estaba pálida como un fantasma, incapaz de articular palabra.
Al ver su silencio, los demás se impacientaron y comenzaron a empujarla. Las mismas manos que me habían lastimado ahora caían sobre Fabiola, que se tambaleaba por los empujones.
—¡Ya basta! ¡Yo dije que quería enfrentar a la amante, pero ustedes vinieron por su cuenta! ¡Solo querían aprovecharse de Mario! —Fabiola explotó bajo la presión.
—¡Ustedes solo temían que Mario tuviera una amante y me dejara, perdiendo así sus beneficios! ¡Ahora quieren evadir responsabilidades, pero es tarde! ¡Si caigo, caeremos todos!
—¡Además, cuando les pregunté cómo enfrentar a la amante, ¿no fueron ustedes quienes sugirieron las pancartas y el paseo de la vergüenza?!
Sus palabras encendieron la furia de todos. El caos se desató instantáneamente.
—¿Qué dices? ¿Ahora es nuestra culpa por ayudarte? ¡Malagradecida!
—¿Nos culpas por ayudarte? ¡Maldita! ¡Cuando te metiste con Mario tampoco nos beneficiamos!
—¡No nos echará