—Mario, perdóname... no sabía que era tu hermana. Te vi llamarla "amor" y mandarle dinero, pensé que era tu amante, por eso yo... —Fabiola suplicaba mientras veía cómo la policía se llevaba a sus familiares. Ignorando su tobillo sangrante, corrió hacia nosotros.
—¿Crees que un simple "pensé mal" justifica el daño que le hiciste a mi hermana? Cualquier explicación que tengas, dásela a la policía —Mario me sostuvo y nos dio la vuelta para irnos. Fabiola intentó seguirnos, pero dos oficiales la detuvieron.
La multitud, ignorando a la policía, no paraba de tomar fotos a Fabiola.
Mario me compró ropa nueva y me llevó al hospital. Cuando vio los moretones en mi cuerpo, la hinchazón de los golpes y las marcas en mi estómago, se transformó en un león furioso.
—Mario, ya no me duele tanto...
Me abrazó con fuerza, su voz sonaba ahogada por la culpa: —Perdóname, Rafaela.
—Destruyeron el departamento que decoré para ti, hicieron trizas la pintura y rompieron el recuerdo de mamá —las lágrimas comen