Cada palabra iba dirigida a su corazón. Scarlett se sentía encogerse bajo su desprecio, pero se obligó a erguirse.
—Eso es diferente y lo sabes.
—¿Lo es? —Victor se acercó, y ella pudo oler su colonia mezclada con algo más: el perfume de Clara—. Acéptalo, Scarlett. Sin mí, no eres nada. Igual que tu patético padre no era nada antes de morir y dejarte con montañas de deudas.
La mención de su padre destrozó algo dentro de ella. Antes de saber lo que estaba haciendo, su mano se movió. Y una bofetada fuerte aterrizó en la mejilla de Victor. La bofetada fue tan fuerte que hizo que la palma de Scarlet se sintiera caliente y con hormigueo.
La cabeza de Victor se había girado hacia un lado, con una marca roja de mano floreciendo en su mejilla. Cuando se volvió hacia ella, sus ojos eran asesinos.
—Pequeña—
—¡Victor, no! —Clara se levantó de un salto, salpicando agua por todas partes mientras agarraba su brazo—. Piensa en el bebé. Este estrés no es bueno para ninguno de nosotros.
Por supuesto.