Miranda

Su plato de crema humeante esperaba frente a ella; su café estaba a punto de enfriarse y su mente no dejaba de dar vueltas a un solo asunto: la noche del club.

Estaba consciente de conocer el nombre del italiano, pero ¿eso de qué servía? El hecho de conocer tan solo un nombre no ayudaba en nada más que a alimentar los terribles pensamientos del "hubiera".

Aquel italiano que había robado su atención y corazón; seguía prófugo, era un criminal sin serlo y estaba perdido en el mar de neoyorquinos que día a día salía a olear.

¿Dónde estaría? ¿Quién sería? ¿Quién era?

Todas esas preguntas la perseguían al dormir, al comer, al ducharse… siempre estaban ahí acompañados de sus terribles amigas: fantasías y escenarios ficticios.

* * *

— Oh, Miran; esa salida fue planeada para distraerte de tu roto corazón, no para agraviarlo —, dijo Angela con una expresión maternal.

Megan observaba la escena mientras jugaba con la espuma de su capuchino.

— No agraviaron mi roto corazón, Angie — comenzó Miranda con una creciente sonrisa — me ayudaron a olvidarlo por completo

— Miran… — Angela frunció el ceño y Megan no dejó de jugar con la espuma — ¿qué estás diciendo?

— ¿Erick? Bah —, exclamó —, cuento viejo — abrió los brazos con júbilo y una sonrisa gigante — ¡PFFF! ¡Desapareció, ya no está, ni aquí — señaló su pecho —, ni acá — señaló su cabeza —; ese lugar ahora lo ocupa un lindo chico de ojos grises!

Megan levantó la mirada con brusquedad y, al mismo tiempo, la pequeña cuchara de metal se soltó de su agarre y cayó sobre el plato de a un lado produciendo un sonido similar al del cristal rompiéndose.

Angela observó a Miranda con incredulidad.

¿Qué demonios decía?

La rubia no dijo nada, cómo tampoco la pelirroja, pero ella (Megan), no solo le daba vueltas al hecho de que Miranda se había enamorado de un completo desconocido con tan solo un baile; sino que también obligaba a su memoria a recordar cada detalle de esa noche. ¿Con quién habla estado Miranda? ¿Cuántos bailes tuvo con el chico? ¿Éste iba sólo o tenía compañía? ¿Quién era?

Miranda no parecía prestar atención o sí quiera percatarse de la sorpresa que sus amigas expresaban, no solo en sus rostros, sino en todo su ser.

Angela intentaba entender en qué momento, Miranda, se había perdido tanto ¿Qué habían hecho?

La idea de salir a un club, había sido su manera de ayudar; después de todo, para ellas, aquello era un gran escape.

— Miran, niña —, comenzó Megan con expresión seria —, ni siquiera conoces a ese chico, no lo haz visto otra vez, no sabes nada de él además de su nombre…

Gardner pareció apagarse, su postura se relajó demasiado, la brillante sonrisa comenzó a desaparecer de manera tan gradual que resultaba dolorosa. La vida se le fue sin irse y el corazón se le ensombreció.

— ¿Cómo puedes enamorarte, niña?

Las palabras de Megan eran como dagas, dolorosas dagas que daban justo en el blanco apagando y matando cada esperanza que osara brillar.

Por desgracia, la rubia tenía razón; no había vuelto a ver a aquel italiano, no sabía nada de Michelle además de eso: su nombre.

¿Cómo pudo enamorarse? ¿Por qué cayó en sus encantos, sin conocerlos realmente?

— Lo siento, Miran —, intervino Angela cuando no pudo luchar más contra la culpa.

La castaña levantó la mirada que comenzaba a volverse cristalina. Megan no cedió.

— Pero es cierto, nada de lo que sea que sientas o creas sentir es cierto. Nada es real porque no hay nada que lo vuelva así.

Culminó la rubia dando el último golpe. Firmó la sentencia de muerte de un corazón sensible.

* * *

Mirando al techo, con lágrimas corriendo por sus mejillas y un extraño dolor en el pecho, no era físico, sino emocional; Miranda repetía cada una de las palabras pronunciadas por Megan, le dolía hacerlo, pero sabía que tenía razón, aunque luchaba por convencerse de lo contrario.

"Es un desconocido", dijo esa voz en su cabeza.

— Lo amo

"¿Acaso sabes qué es el amor? ¿Tan si quiera lo conoces?"

— Es él

"No, él no es amor, es tan solo una consecuencia de la idea infantil que tienes"

— No quita que lo ame

"Tampoco quita que sea un completo extraño"

— Conozco su nombre

"Y nada más"

— …pero…

"No es sano. Con un nombre no encontrarás nada, ni a nadie, solo te confundirás. Basta, para ya"

— ¡No!

"Debes dejarlo"

Miranda se levantó de su cama de un salto, no podía permitir que su mente siguiera jugando con ella o, mejor dicho, mostrándole la verdad.

* * *

Por la mañana, sentada frente al comedor, una idea apareció en su mente, como un rayo de esperanza.

Al terminar su desayuno, no espero más y salió corriendo con dirección a su habitación; tenía una idea de cómo volver todo real. Desmentiría a Megan sin hacerlo realmente.

"Querido Michelle…" comenzó a escribir; una carta era algo real ¿cierto? Dotaba de realidad cualquier cosa: una relación, un sentimiento, una situación, un sueño…

…¿qué tal sí salimos? O bueno, no, no aún…"

Ella escribía sin comprender realmente lo que hacía, la pluma avanzaba y las palabras fluían creando oraciones que perfectamente podrían no tener sentido alguno; pero ¿no era ese el punto?

Lo que sentía no tenía sentido, lo que quería tampoco y lo que hacía mucho menos y, tal vez todo eso tenía un sentido, uno extraño, pero sentido a fin de cuentas.

Tan solo llevaba una carta y ya comenzaba a sentirse real.

* * *

No pasó mucho tiempo desde aquella primera carta, hasta que su mente estuvo del todo engañada.

Se alegraba de ver una carta dirigida a ella sobre el escritorio cada tarde y le emocionaba sobremanera abrir el sobre.

Sentía cada palabra que leía, las sentía como sí cada una hubiera sido escrita por alguien más, cómo sí fueran autoría del italiano y no suya.

Después de algunos meses de vivir y disfrutar de dicho mundo ficticio, comenzó a caer en cuenta de que, sí no se detenía, caería en el delirio y se perdería entre los fantasmas de cariño ficticio.

Dejó de escribir o al menos lo intentó.

Cartas aún llegaban y ella no podía evitar seguir enviándoselas, intentaba no escribir más de dos cartas a la semana, pero, de alguna manera, siempre lograba exceder ese número.

Aunque el cambio era gradual, era un cambio.

Pronto los libros se volvieron su escape del dolor y la confusión: el italiano no volvería a aparecer en su vida…

¿O si?

* * *

Poco a poco, el idioma italiano llamó su atención, sentía una indescriptible sensación de placer al escucharlo, leerlo o estudiarlo. Tal vez se debía a su trágica historia con un hombre de dicha nacionalidad (o eso creía ella), quizás era su sueño frustrado de amarle y dejarse amar, lo que la hacía fascinarse tanto por el idioma y la cultura.

— Quiero estudiar literatura italiana —, anunció a la hora de la cena; había estado pensando en ello por mucho tiempo, había sido aquello, la distracción a las cartas y, ahora estaba decidida: quería estudiarlo.

— ¿¡Una carrera más, Miranda!? —, preguntó su alarmada madre; que su hija tuviera ya una carrera en comunicaciones había sido suficiente para ella, pues su hija ya no pertenecía al "estándar."

— Si, mamá, quiero estudiar una más

— Bien, ¿dónde? —, Victoria miró a Joseph con cierta indignación —, tranquila, querida está bien; más que bien de hecho. Es magnífico que Miranda quiera estudiar más. Le dará estatus

— Pero Joseph, ¿no es arriesgado para una dama estudiar tanto? ¿No sería indecente?

— Por el contrario, mi bella Victoria, ¡es audaz! La descendencia termina donde el conocimiento abunda —, volvió a su hija — ¿Dónde piensas estudiar? Espero que no sea en Italia, no soportaríamos tenerte tan lejos.

Aunque la idea de estudiar en Italia le era tentadora, no lo haría, inclusive con el número de posibilidades que, creía, existían de encontrarse con Michelle, no lo haría.

No era lo que quería realmente.

— No, no en Italia. Aquí —, respondió con una sonrisa — aquí en Estados Unidos

— ¡Magnífico!

Victoria negó con la cabeza mientras apuñalaba (grácilmente), la última papa de su plato. Miranda observó a su madre como en busca de su aprobación.

— ¡Bien! —, exclamó al sentir, no solo la mirada de su hija, sino también la de su esposo —, estudia literatura italiana y gradúate con honores.

— ¡Si! —, festejó la castaña provocando sonrisas en sus padres.

Todos estaban de acuerdo en que Miranda estudiara una carrera más; pero su padre se sentía agobiado por una duda: ¿sería aquello un capricho infantil? ¿Miranda no abandonaría la carrera unos semestres después de iniciarla?…

Decidió confiar en la disciplina de su hija y en qué había decidido estudiar literatura italiana por la pasión que la hacía sentir y no por un motivo tan vago y bofo como: "tener algo interesante que hacer y contar."

Estando todos completamente de acuerdo; Miranda salió de su hogar con una sonrisa gigante. Ya habían olvidado al italiano, ahora no pensaba en las cartas, en sentimientos reales que deberían ser ficticios, ni en nada relacionado, solo en la literatura.

Literatura italiana.

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