Capítulo 76

El amanecer se derramaba con suavidad sobre la ciudad, tiñendo los edificios de tonos dorados y anaranjados, como si el sol quisiera devolverles a todos un poco de esperanza después de tantas noches de oscuridad. Sin embargo, dentro del apartamento donde Emma y Alejandro compartían refugio, la claridad apenas conseguía rozar la superficie de sus emociones. Allí, entre sábanas revueltas y silencios demasiado pesados, el amor y la herida convivían en un mismo espacio, incapaces de separarse del todo, incapaces también de fundirse sin dejar cicatrices.

Emma abrió los ojos lentamente. El pecho de Alejandro estaba justo frente a ella, subiendo y bajando con cada respiración profunda. Parecía tranquilo, pero ella sabía que no lo estaba: incluso dormido, su ceño se fruncía, como si las batallas que lo acosaban hubiesen decidido instalarse también en sus sueños. Emma extendió la mano con timidez, acariciándole la mandíbula marcada, siguiendo con la yema de los dedos la línea de su barba incip
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