Mundo ficciónIniciar sesiónLos disparos seguían cayendo como una lluvia feroz.
Emma corría con la niña apretada contra su pecho mientras Alejandro la cubría, disparando hacia los árboles en un intento desesperado por mantenerlos con vida.
Ricardo, herido, se movía lo más rápido que podía detrás de ellos, arrastrando una pierna, pero negándose a quedarse atrás.
El auto que les bloqueaba el paso seguía iluminándolos con los faros encendidos, dejándolos ciegos.
Una silueta salió por la puerta del conductor y levantó un arma larga.
—¡AHORA! —ordenó la voz.
Alejandro empujó a Emma hacia el







