ALEXANDER
Mi mente va a toda velocidad procesando mis pensamientos mientras me adentro por las puertas de las mazmorras, ideando las maneras en que puedo torturarla; quizás podría golpearla hasta morir, aunque con su acelerado metabolismo tardaría mucho.
–Inyectémosle verbena – escucho a Oliver en mi cabeza.
Hago una mueca de asentimiento ante su respuesta.
–Me agrada.
–Lo sé, soy ingenioso.
Ruedo mis ojos encontrándome con los dos guardias que custodian la entrada a las celdas. Ambos abren la puerta sin siquiera preguntarme el porque estoy aquí junto a una reverencia de cabeza, pero me detengo frente a ellos.
–¿Qué celda esta?
–Número 5 señor – responde uno de ellos con la vista al frente.
–¿Qué fue lo que sucedió?
Ambos se miran rápidamente entr