Jerónimo perdía cada día más paciencia y más diplomacia. Ya no consultaba al Consejo, directamente les gritaba apuntándolos con un dedo. Les reclamaba por la vida de su hija, lanzó amenazas y se negó a continuar con la campaña electoral. No había renunciado aún, pero tampoco hacía apariciones públicas.
Y para colmo, su esposa se consumía con cada hora que Verónica no estaba con ellos. La casa del Líder volvió a tener un silencio sepulcral.
—La encontrarán, querida. Lo harán —trataba de consolar a su esposa.
—¡No lo harán! No les importa nuestra hija, no les importa porque no es «pura».
—La policía la está buscando. Darán con ella y haré que quienes se la llevaron lo paguen.
—¡Tú t
—Solo me dejó en mi apartamento y se fue.—En verdad no puedo creerlo, Mercedes. Me disculpo por el imbécil que tengo de hijo.—Está bien. No es problema. Dijo que había surgido un problema y tenía que irse. Supongo que algo que ver con las elecciones.—¡Por supuesto!¿Qué más podía ser? ¿Qué otra cosa podía justificar que haya dejado medio plantada a una mujer como Mercedes?La madre de Maximiliano sabía cómo disimular, sabía cómo disculparse y cambiar de tema como si nada. Pero internamente sospechaba que su hijo no solo tenía a alguien en la casa de playa, sino que ese alguien estaba consumiendo todo su tiempo. Y eso podía significar solo una cosa.
Hipólito: Hace dos días que casi no habla. Nos torturaba a todos con insultos y ahora nada. Aunque su muñeca ya mejoró, apenas come.Maximiliano: ¿Y qué quieres que haga?Hipólito: No lo sé, señor. Me dio instrucciones de que le avisara cualquier eventualidad. Si me permite, creo que se comienza a quebrar.Maximiliano: No puedo hacer nada, Hipólito.Hipólito: Como usted diga.¿Y ahora qué le pasaba?Maximiliano estaba en una reunión en casa de sus padres con Mercedes y Victoria. Su madre aprovechó la oportunidad, en realidad, aprovechaba todas la
Maximiliano Lavalle cruzó las puertas de cristal de la zona VIP del aeropuerto, agotado. Otra ciudad, otro discurso, otra noche en algún hotel incómodo. Detrás de él, su séquito de asesores iba a mil por hora recogiendo las maletas, terminando trámites y haciendo todo lo que siempre hacían.El resto de los pasajeros lo miraban, y no es que fuera un político común. No. Maximiliano no era cualquiera, ni mucho menos un humano cualquiera: él era el hijo del Líder del Clan Nahual Jaguar. Un Nahual.Durante siglos, los nahuales habían permanecido al margen, observando al mundo desde las sombras. Pero con el tiempo, se dieron cuenta de que eran algo mucho más que humanos. Tenían poderes sobrenaturales, podían transformarse en animales, y estaban conectados de una manera profunda con la tierra.Ahora, formaban una sociedad jerárquica y elitista, dividida en clanes. Pero no cualquier clan. Eran clanes especiales, refinados a lo largo de generaciones.Había cuatro grandes clanes, todos ancestra
—¿Cómo va todo, hijo?—Bien. Estoy por bajar a una entrevista.—Bien... bien...—¿Pasa algo?—No... Solo quería recordarte lo que significan estas elecciones para tu futuro. Las encuestas no te favorecen.—Ya lo sé. Por eso estoy haciendo esta gira interminable...—Maximiliano, no quiero repetírtelo, pero hablé con el consejo de ancianos. Estamos perdiendo más y más territorio, y eso no se ve nada bien.—Lo sé.—No estoy seguro de que lo entiendas del todo.—¿Qué quieres decir?—Que no podemos darnos el lujo de perder poder. Ni influencia. Ya nos está afectando, y ahora todo depende de ti. Tienes que ganarle a Anchorena como sea.—Eso suena más a amenaza que a consejo.—Puedes tomarlo así.A Maximiliano se le heló la sangre. ¿Su propio padre le estaba poniendo una navaja en el cuello?—Dilo claro, papá.Jaguar Lavalle suspiró y bajó la voz. Le vibraba a su hijo en el oído.—Tu futuro depende de cómo resulten estas elecciones. Si las pierdes, no vas a perder solo una banca en el Senado
Maximiliano no era así porque sí. No pensaba como pensaba por casualidad. Desde el momento en que abrió los ojos por primera vez, su destino ya estaba escrito. Su linaje, su apellido, siglos de antepasados lo habían marcado.No lo criaron sus padres, como al resto de sus hermanos. A los diez años empezó su carrera: una vida entera tratando de llenar expectativas ajenas, persiguiendo sueños que no eran suyos.Pasó ocho años aprendiendo en completa soledad. Rodeado de maestros que no toleraban errores y que se los corregían a la fuerza, sin piedad. Eso fue lo que moldeó su carácter y le endureció el alma, hasta que el Jaguar que llevaba dentro se volvió feroz, frío, calculador.Después vinieron tres años más, esta vez de entrenamiento militar, en pleno territorio del Clan Lobo. Tampoco fue ningún paseo. Jornadas eternas, selva cerrada, balazos de fondo, con la nariz contra el barro y arrastrándose entre ramas podridas y desperdicios. Ahí fue donde su cuerpo se hizo más fuerte, y su ment
Los cinco tipos no se le despegaron a Verónica en todo el día. Tenían órdenes claras de Maximiliano: no podían tocarla. Y ninguno se atrevía a llevarle la contra.Ella estuvo toda la mañana y toda la tarde con Jerónimo, yendo con él a entrevistas, saludando gente, sonriendo para las fotos. Nadie se dio cuenta de que, a lo lejos, dos autos negros los seguían de cerca, sin perderles pisada.Mientras eso pasaba, Maximiliano se mostraba frente a las cámaras todo lo que podía. No quería dejar ni una sola pista que lo relacionara con lo que estaba por venir. Ya había dado todas las instrucciones: cuando todo estallara, tenía que parecer cosa de una banda fantasma. Algo armado. Inventado.…La fiesta era LA fiesta. El bar estaba irreconocible, parecía una discoteca. Verónica se sentía viva de nuevo. Extrañaba eso: salir, reírse con sus amigas, bailar como si no tuviera ninguna preocupación. Tomaba, se reía a carcajadas, no quería pensar en nada.Ese mismo día había hablado con su papá. Le di
Una de las ventanas de la habitación daba a un parque. Desde ahí, lo único que se veía eran hombres vestidos de negro, todos con trajes formales y sobrios, y armados. Claramente eran del Clan Lobo. No había dudas.De golpe, escuchó que alguien estaba abriendo la puerta. Se lanzó sin pensar. Corrió con todo lo que tenía, pero terminó estrellándose contra una bandeja… y un tipo enorme. La taza, la comida, todo voló por el aire. Un desastre.Apenas logró ponerse de pie, ya la estaban arrastrando de nuevo para adentro.Las tres veces que le trajeron el desayuno, hizo lo mismo. A la cuarta, ya la esperaban dos guardias que la sujetaron antes de que pudiera romper otra taza. Esta vez, entró otro hombre también, algo mayor a los demás.—Señorita, todo lo que intente hacer es inútil. Por favor, colabore. Nadie va a lastimarla.—¿Colaborar? ¡Váyase al diablo! ¿Quiénes son ustedes y qué hago aquí?—Lo siento, pero no puedo darle esa información.—No voy a parar ni un solo día. ¡Así que si piens
Los periodistas no lo dudaron. La primera puerta a la que llamaron fue a la del Clan Jaguar y quien los recibió fue el mismísimo Maximiliano. Tuvo que improvisar una rueda de prensa en el estacionamiento de su edificio.—¡Muchos dicen que esta desaparición lo beneficia directamente y que eso es muy sospechoso! —gritó uno de los reporteros.—Lo sé. Sabía que apuntarían directamente a nosotros. Pero somos un Clan honorable, siempre lo hemos sido. Con todo respeto al Águila Anchorena, no necesitamos de estas porquerías para ganarle.—¡Entonces conoce los detalles del pedido de los secuestradores!—Claro que los conozco, cada Líder de cada Clan fue informado. Aquí estamos hablando de una heredera Nahual. El Consejo nos dio todos los pormenores.—¿Con que fin?—Somos Clanes separados por linaje, pero todos somos Nahuales. Creo que eso responde a su pregunta.Las mismas excusas y mentiras le había dado a su padre. Fue todo una coincidencia, pero llegó en buen momento, eso le allanaba el cam