Emily volvió a abrir los ojos. Apenas unos momentos antes de que su respiración se estabilizara nuevamente. Estaba dormida, tranquila, y eso fue lo único que realmente importaba en ese instante. No obstante, una sensación de inquietud persistía en el aire, una que no podía ignorar.
Fue entonces cuando el pequeño Leo se acercó sigilosamente. Su figura era diminuta, pero su presencia era tan sólida como cualquier adulto. Se mantuvo en silencio por unos segundos antes de hablar, y sus palabras congelaron el momento en el que fueron dichas.
—El hechizo que Alaric usó es un tipo de sumokantacion —comenzó, su voz suave pero firme—. Es un hechizo de implantación. Al colocar una parte de su alma en Emily, su cuerpo sigue vivo, mientras que su esencia sigue aquí, de alguna manera, manteniéndose... casi inmortal.
Mis ojos se dirigieron hacia él, incrédulo.
—¿Qué dices? —pregunté, tratando de procesar sus palabras, porque no podía ser verdad.
Leo bajó la voz, como si estuviera compartiendo algo