CAPITULO 45 La distancia que él fue imponiendo al espaciar los encuentros y el sexo
—Pensé que no podría hacerlo—confesó—. Pero disfruté cada momento.
—Sabía que sería así, Casie. Ahora, descansa.
Ella asintió y cerró sus ojos y en pocos minutos su respiración se estabilizó. Kaleb la dejó dormir, cubriéndola con un cobertor liviano, acostándose a su lado, observándola, recordando lo que acababan de vivir. Para él también había sido una primera vez.
Contuvo su mano cuando pretendía, casi guiada por el instinto, acariciar su mejilla y bordear la línea de su clavícula. Ella lo convocaba de todas formas, para dominarla, para protegerla, para seducirla y follarla de todas las maneras que conocía.
Sus lazos con otras sumisas habían sido siempre satisfactorios, pero esto era superior. A aquellas no había tenido inconvenientes en compartirlas, en observarlas o dejarse observar. Pero que nada de esto corría para Casie. Era suya y no había manera de que aceptara que alguien posara sus ojos sobre ella. Nadie vería lo que era suyo, jamás la llevaría a una sesión en el club. Esto