El hombre que su esposo había llevado a la casa aún no despertaba. Lo único que había pasado repitiendo mientras lo ponían en el sofá era «Alba, Alba», «Perdóname» y «Fue Alessa». Lo repetía como poseso.
Shinto estaba en la cocina preparándole un café cargado para cuando despertaste. Dijo que era cliente del bar desde hacía varios años y le tenía mucho aprecio a él y a sus amigos. No recordaba el nombre, pero ese pobre muchacho se veía devastado.
Lo escuchó quejarse y fruncir el ceño mientras trataba de balbucear algo.
—Vaya, ya despertó.
—A…Alba… ¿Eres tú?
Pegó un grito cuando el extraño la agarró de la mano y la llamó por aquel nombre.