«Ya sé que follas con tu hermano…»
Por supuesto, esa era la típica frase de un superior cuando llama a sus trabajadores para reclamarles algo en su despacho. Siempre sucedía.
¡No, maldición!
—¿Debo repetirle que no tengo ni idea de lo que me está hablando, licenciado? —Guardó compostura y puso la diplomacia por delante. Maldita sea, que no iba a aceptar por nada del mundo semejante atrocidad… No ahora. No ese momento. ¡Menos frente a su jefe, por todos los cielos!
Alex sonrió, con una arrogancia que por un instante efímero le caló la intimidad a Emma. Mierda, que sí era un hombre a mares guapo. ¿Y por qué le causaba tanto asco si quiera pensar en besarlo?
«Porque eres mía, Emma. Mi pequeña… »