Capítulo5
Celia se arrodilló enseguida y empezó a explicar entre sollozos:

—Mamá, lo siento, no fue mi intención... Perdóname, mamá. Si Eva no me perdona, ¡mejor me muero!

Celia lloraba desconsolada.

—Celia, deja de hacerte la víctima... —comencé a decir.

Pero, antes de que terminara la frase…

¡Plaf!

Mi madre me abofeteó, dejándome paralizada.

—¡Ya basta! —Su voz retumbó en la sala—. ¡Tu padre ya no está! ¿De verdad las cenizas son más importantes que una persona viva? Si sigues molestando a Celia, tendrás que irte de esta casa.

Esa cachetada no solo me dolió físicamente, sino que, además, borró el último vestigio de cariño que sentía por ella.

Y eso era lo mejor. ¡Ahora podía irme sin que nada me atara!

Sin siquiera regalarle una última mirada, —seguía paralizada en el mismo lugar—, me limpié la sangre del labio y subí las escaleras.

Si para mamá yo era un estorbo..., y Celia ya había ocupado mi habitación, entonces, ¿qué sentido tenía seguir en esa casa? Era mejor que me fuera.
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