El despacho de Callum, en el piso 77 del Whitaker Holdings Tower, era más una fortaleza que una oficina: acero, madera noble, paredes insonorizadas y una vista que recortaba todo Manhattan. Pero esa tarde, el aire se sentía opresivo.
En la mesa de reuniones había tres personas: el abogado corporativo principal de la familia, la asesora legal en temas de reproducción genética y un tercer hombre con gafas cuadradas y credenciales colgando del cuello: Representante oficial de la Comisión Nacional de Compatibilidad Genética.
Callum se pasó una mano por el rostro mientras hojeaba el dossier que le habían puesto enfrente. Había leído por encima ese contrato cuando se presentó ante el comité de Hastings Jewels. Lo suficiente para defenderlo. No lo suficiente para comprender las implicancias reales.
- Quiero una revisión completa del procedimiento - orden&o