CAPÍTULO 32

El grito que salió del pecho de Marco parecía más un rugido de dolor que un sonido humano. Y al fin y al cabo, todo rastro de humanidad había parecido morir en él desde el momento en punto en que Helena había dejado de gritar. No era estúpido, sabía perfectamente lo que estaba pasando, pero tocar aquella caja donde estaba…

Entonces la casa se convirtió en una zona de guerra. No hubo mueble, adorno, cuadro, que Marco no rompiera. Sentía que iba a explotar de un momento a otro. Quería morir, morir allí mismo y que pusieran su cuerpo en otra caja, porque su corazón ya estaba encerrado en una mucho más pequeña y dolorosa.

Se destrozó los nudillos contra las paredes, y una hora después, Archer, y Zolo tuvieron que usar toda su fuerza para someterlo. Abraham lo sedó con una inyección y lo llevaron a la habitación principal, dej&aa

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