El sol calentaba la tierra de una manera casi sorprendente, aquella mañana hacía más calor que cualquier otro día. La temperatura estaba insoportable y tan solo eran las nueve de la mañana.
La Omega ya se encontraba en la sala de parto, habían pasado más de ocho horas y aún el Alfa que se encontraba fuera esperando no sabía nada al respecto sobre su hijo, pero se encontraba nervioso, muy nervioso.
—Señor, ya puede entrar, puede pasar a ver a su hijo.
El castaño sonrió al oír aquello y se adentró en el lugar, pudo ver a la rubia Omega en la camilla con un pequeño bebé entre sus manos, lo observaba con amor, le hablaba y le hacía cariño.
—No puedo creerlo, ¿ese es el pequeño Connor?
—Sí, Arthur, este es Connor, tu hijo.
El hombre sonrió y tomó al bebé entre sus brazos sin poder parar de mirarlo, estaba más que orgulloso de lo que acababa de engendrar, Connor era un bebé hermoso y era más que obvio que se trataba de un futuro Alfa. Connor era un Morris y un Alfa, estaba más que orgulloso