Uno, dos, tres.
Cuatro, cinco, seis.
Siete, ocho, nueve.
Diez... Mierda, diez... ¿Once?
—Despierta de una maldita vez.
Pestañeó un poco sintiendo cómo de repente la fría y dura realidad lo golpeaba de frente, haciéndole ver que acababa de dormirse y nada de lo que había soñado realmente había sucedido.
—Vamos, debes levantarte, ¿crees que estás en hotel? Bueno, no lo estás, despierta.
Sus débiles y delgados brazos intentaron ayudarlo a pararse del suelo pero perdió la fuerza cayendo de nuevo y golpeándose con fuerza en el rostro, sintiendo el sabor metálico de su propia sangre comenzar a esparcirse por su cavidad bucal. Le daba asco, tenía ganas de vomitar.
—Dios, eres un maldito inútil, ni levantarte puedes.
Apretó los ojos con fuerza sintiendo su cuerpo temblar y cerró sus manos en puños. Sus ojos se abrieron de par en par y después apoyó sus manos a sus costados para comenzar a impulsarse con la poca fuerza que tenía.
¿Que no puedo levantarme? Mira cómo lo hago.
—Maldito idiota.
Un