Parqueo el auto en la plaza correspondiente y al salir la veo a ella, es Leila que se encuentra esperándome en la jardinera sentada. Debe tener más o menos una hora ahí porque me retrasé para saltarme la hora de Filosofía. Se ve preciosa con un vaquero negro y la blusa color rosa pálido, montada en unos tacones de diez centímetros, sofisticada y con clase. No debería estar aquí, en principio.
— ¡Hola, llegas… tarde! – no me acerco.
— ¿Qué haces aquí Leila? – sé que soy un grosero, pero ella… no la quiero aquí.
¡Y menos incordiándome con presiones de mierda!
— ¿Qué? – Sus ojos se abrieron como platos — Yo… solo… quería decirte…
— ¡No