— ¿Tienes todo lo necesario Jonás? – indaga asegurándose Brennan de que me encuentre completamente encubierto para entrar a la cárcel y ver a Liroy.
Paso por el detector de metales, entrego mis pertenencias en la puerta e ingresar a la sala de visitas. Es un recinto de máxima seguridad, por esa razón nos separa un vidrio blindado y él se encuentra esposado a la mesa. No le tengo miedo, pero si temo por mis seres querido, ahora sí temo.
— ¡Dios Santo Jonás Serrano! – sonríe con todos los dientes y mi estómago se revuelve —. Pareces una bestia, un monstruo ¿Cuánto mides, dos metros? – me acerco al otro lado de la mesa y tomo asiento, ni siquiera contesto a su pregunta.
— ¿Qué quieres Liroy? – pregunto con un gruñido.
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