— ¡Ya, enana ya! – me consuela Charles, no he podido dejar de llorar.
— Es que… es horri… horrible lo que me dijo – el solo hecho de imaginarme al profesor… haciendo ¡Oh Dios tengo arcadas de nuevo!
Vomito de nuevo y mi amigo me enrolla el cabello con la liga que tengo en la mano ¿Por qué tiene que ser tan asqueroso y grotesco? ¡No lo entiendo!
— ¡Nena tienes que calmarte! – niego.
— ¡No puedo! El dolor no cesa, solo quiero llorar – me abrazo a él nuevamente.
Su teléfono suena y lo saca del bolsillo, lee un mensaje y pone los ojos en blanco para luego guardarlo de nuevo.
— ¿Qué fue lo que te dijo, para ponerte de ese modo? – pregunta con preocupación.
Su te