34.
JUDE
—¿Mamá?—la voz de mi primo es apenas un sonido audible dentro de esta habitación ensordecedoramente silenciosa.
No tengo el valor para voltear a ver a mi primo quien acaba de descubrir una verdad que a duras penas es creíble de no ser porque su madre comienza a llorar como una condenada mientras que mi padre baja la cabeza, cerrando los ojos. Algo que hace solo cuando mete la pata.
Y entonces no son necesarias las palabras. Solo basta tener ojos para saber que lo que Megan dijo, es dolorosamente cierto.
De repente tengo un nudo en el estómago. Me siento tan mal que tengo que tomar agua lo más rápido posible para siquiera poder pensar pensar o actuar porque ahora mismo, todos lucen igual de desconcertados que yo.
Incluso mi abuelo.
—¿Por qué no dices nada?—vuelve a preguntar, obteniendo nada más que llanto como respuesta—. Al menos dime que no es cierto.
Mi padre entonces se pone de pie todo nervioso.
—No pienso quedarme a oír las barbaridades que esa chica...
—¿Dijo alguna mentir