Liam entró con su esposa en aquella suite, blanca y dorada con pétalos de rosas y velas a su alrededor.
— No creí que Riny pidiera esta decoración. — admitió con un poco de vergüenza el hombre.
— Las mujeres somos románticas por naturaleza. Eso cualquier caballero lo sabe.
Quieres a un caballero princesa, bien, te lo daré.
Él no se detuvo a pensar porque quería consentir a su esposa, solo lo hizo, la colocó en una silla y poniendo una rodilla en el suelo se dispuso a quitar sus sandalias, bajo la atenta mirada de Kimberly.
Con cada toque se sus manos ella se sentía más nerviosa y cuando él terminó de retirar sus sandalias vio que estaba con la cara colorada.
— No sé en qué piensas, pero no te preocupes, estoy realmente agotado,