El Cenit de la Campaña y el Eco del Destino
La mierda con Max en el tribunal había sido un circo, pero un circo que, contra todo pronóstico, había jugado a mi favor. Su patética excusa del teléfono robado solo confirmó lo idiota que podía ser. La gente podía cambiar, sí, pero los cobardes y los manipuladores siempre revelan su verdadera naturaleza. Aquella farsa, por muy irritante que fuera, me había servido para pulir mi imagen. El labio roto y la ceja cosida eran un pequeño precio a pagar por la narrativa del "héroe herido". Los medios, siempre hambrientos de drama y redención, me habían dado la bienvenida de nuevo al ruedo político con un fervor casi religioso. Era el Fénix, resurgiendo de las cenizas. Una ironía, considerando que el símbolo me lo había apropiado para un regalo a Mary. Ella no lo sabía, pero de algún modo, me sentía conectado a ese emblema.
Me encontraba en Reno, Nevada, preparándome para la que sería mi primera gran entrevista televisada desde el juicio. La suite