: El Circo Familiar y el Yerno Imprevisto
El vuelo hasta Nueva Orleans fue una eternidad de tortura. Cada segundo en el aire era un martirio silencioso, en el que mi mente, mi única y cruel compañera, creaba los peores escenarios posibles. ¿Cómo estaría Mary? ¿Qué tan grave habría sido el accidente? ¿Y si lo que había pasado era, en efecto, fatal? No sabía qué hacer ni cómo actuar. Solo tenía una dirección y la imperiosa necesidad de llegar a ella. Las horas que había pasado en aquel avión ahora se sentían cortas, como un suspiro, pero el camino hasta el hospital me estaba matando. Mi equipo intentaba comunicarse con el de Mary, pero no había respuesta. Las preguntas seguían rondando mi mente, como moscas atrapadas en una telaraña.
Aterrizamos en la vibrante y caótica Nueva Orleans, pero no era la ciudad de la música y la alegría lo que ocupaba mis pensamientos. Un coche nos esperaba fuera. Subí sin siquiera mirar el interior, mis ojos fijos en el camino, mi estómago hecho un nudo. Ro