Diego Aguirre es un solitario huérfano que dejó a las calles gracias a las artes marciales mixtas, es un peleador profesional que en cuanto tuvo la vida encaminada, con un buen trabajo y estabilidad como gerente del gym del hotel Larsson Milán, lo arruinó al meterse en problemas con un peligroso mafioso; el enigmático Halcón, pensó que iba a morir al desafiarlo, pero sobrevive y decide enmendar su vida. Rebeka Larsson en una joven millonaria, hermosa y valiente que ha sido desde siempre una tentación para él, sus caminos no tendrían que haberse cruzado, no tenían que ser más que compañeros de trabajo, pero el destino tenía otros planes y son obligados a permanecer juntos descubriendo lo que es el amor. Las apariencias no siempre nos dicen la verdad, no todo lo que brilla es oro, no podemos juzgar a las personas sin conocerlas, lecciones de vida que aprenderán. Acompáñame y descubramos como las líneas entre lo bueno y lo malo se desdibujan en esta intensa historia
Ler maisNew York.
—Diego por favor reconsidera, hermano —suplicó en español Michael mientras Diego iba a paso decidido a la jaula de lucha.
—Que me maten, Mickey, el mundo no se perderá de mucho, solo de verme pelear de nuevo —dijo resignado y miró a su pupilo quién no estaba conforme, pero no le llevaría la contraria, para Diego él siempre sería un niño, el pequeño Mickey.
Diego entró a la jaula y alzó las manos mirando a su público, se permitió disfrutar de esto, quizás fuera la última vez que lo tendría, si debía irse de este mundo lo haría feliz, haciendo lo que le gusta y en lo único que era realmente bueno. Pelear; él era profesional de artes marciales mixtas, y las peleas callejeras eran iguales en casi el cien por ciento y por eso se le daba tan bien, aquí dentro de la jaula pocas eran las reglas a respetar, puños, patadas y llaves eran permitidas, el error era creer que un luchador de peleas callejera tiene la técnica de enfrentarse a un atleta de artes marciales mixtas, por ello Diego tenía un invicto en esta jaula, desperdiciando su talento, él no necesitaba nada de esto, tenía un trabajo excelente como gerente del ostentoso Gym Warriors en el hotel Larsson Milán, pudo incluso haberse postulado como peleador para la UFC, su jefa y su esposo tenían ecxelente conexiones, pero por sus malas decisiones ahora estaba aquí, en una jaula de peleas clandestinas, el público lo aclamaba “Loky”, “Loky”. Diego sonreía, como Loky era un guerrero, como Diego Aguirre un pobre diablo, pues si le tocaba morir, lo haría como Loky…
El presentador de la pelea animó al público y presentó a quien pelearía con Diego.
El retador de la noche, con ustedes el excampeón de la UFC; J. T Jones, el ruido de la gente era ensordecedor y los corredores de apuestas no se daban abasto con los interesados, el campeón veterano miró a Diego y escupió con asco, Diego solo ajustó sus vendas a las manos, el hombre hizo todo un espectáculo de su presentación tal como lo pidió el jefe.
El enfrentamiento comenzó, ambos contrincantes en posición de lucha se midieron unos segundos, J.T, lanza un golpe y Diego lo esquiva, él lanza un golpe para medir la distancia y apenas lo roza, J.T. lanza una patada a la altura de sus rodillas para desbalancear a Diego pero él no cae, después de medio giro y con la gente que quiere entrar a la jaula a patearlos porque no ven acción. J.T. lanza un golpe más y Diego esquiva y lo conecta en la mandíbula con un puñetazo, J.T. se marea y la gente grita, entonces le da otra patada a Diego a la altura de sus rodillas para tumbarlo.
—¿Qué haces?, esto no fue el trato —dice J.T. solo para que Diego lo oiga.
—Qué pasa campeón, ¿no puedes conmigo? —respondió Diego burlón, y J.T. respondió con ira, clásico y enorme error, nadie lleno de furia es calculador, se abalanzó sobre Diego lanzando un golpe tras otro, Diego esquivó dando pasos hacía atrás y consiguió el hueco por donde evitó las defensas, dando un golpe directo a la sien, J.T dio dos pasos con dificultad y cayó en la lona aturdido, en ese momento Diego aprovechó y con rápidos y certeros golpes propinó una golpiza al gran retador y ex peleador de la UFC. La pelea apenas duró cuatro minutos y medio.
«Estoy muerto» pensó Diego mientras gritaba y se golpeaba el pecho para disfrute de los espectadores.
Diego salió lo más rápido que pudo de la jaula, entró al área de peleadores y sin darse una ducha buscó una franela, lo mejor era salir de allí, logró llegar a la puerta trasera del galpón industrial donde cada fin de semana se daban citas las mejores peleas clandestinas de New York, su moto estaba más allá, pero dos hombres estaban junto a ella.
—Halcón quiere hablar contigo —dijo uno de ellos.
—Estoy apurado señores, diganle a su jefe que mi deuda está más que saldada.
—Eso lo decido yo —escuchó Diego trás él y Diego dio un paso al costado para mirar a los tres hombres, Halcón y sus dos matones—, fui muy claro cuando te ordené perder esta pelea.
—No es mi culpa que el hombre se haya resbalado y desmayado con mis golpes —respondió Diego socarrón, sujetó el bolso con una mano y se preparó para pelear, Halcón salió a la luz de la única farola, en el estacionamiento solo estaban ellos, «hasta aquí la conté», Halcón era un joven, incluso un poco menor que Diego, tendría 27 años y se notaba de buena posición con su ropa de diseñador, no tenía cicatrices ni marcas visibles, aunque su traje no ocultaba que era musculoso.
—Te crees un payaso, pero yo no tengo un circo, tengo una jaula de pelea, tú te metiste en esto al endeudarte en mi casino, no te obligué, ahora debes pagarme y tu deuda acaba de hacerse más grande —Halcón se quitó el saco entallado que le daba aspecto de respetable empresario y enrrolló cada puño de su camisa.
—¿Peleará conmigo, jefe?
—Te demostraré que de mí nadie se burla —Diego soltó su bolso y se puso en guardia y cubrió el primer golpe, pero Halcón brincó y le dio una patada de giro, Diego estaba agotado, adolorido y lejos de estar a un cien por ciento, había tenido que pelear al menos dos veces por semana en las últimas cuatro semana y eso era demasiado para cualquier peleador, era una tortura para su cuerpo, Diego lo soportaba con ayuda de drogas y voluntad, pero ya estaba entregado, «lo mejor es dar lo que te queda, Loky», Diego pasó el dorso de la mano por el labio roto y asentó una patada en el pecho de Halcón y tres golpes uno de ellos le partió la boca, los hombres de Halcón lo sujetararon para que su jefe lo golpeara con saña.
—De mí nadie se burla, me has hecho perder una fortuna en apuestas, y eso me lo debes.
—Peleas bien, tienes buenos movimientos, pero eres un maldito cobarde que necesita que dos gorilas de circo lo ayuden para enfrentar a un contrincante digno —dijo Diego escupiendo sangre y muy mal herido.
Halcón se echó a reír y lo tomó por la barbilla.
—Tú no eres un contrincante digno, eres poco más que un animal en mi jaula y a los animales se les castiga, no tengo tiempo de enseñarte lo que es una buena pelea, mi chica me espera —se separó lo suficiente para darle un golpe contundente en la cara que lo desmayó y continúo golpeando hasta casi matarlo—. Suelten a este pobre diablo cerca de una emergencia de hospital y vigilan que a lo que esté recuperado no tenga otra opción que venir —le dijo a sus hombres mientras se limpiaba las manos llenas de sangre con un pañuelo.
Diego despertó en la sala de emergencia ya vendado y siendo atendido, pero por completo acabado y no le quedó otra opción, no lo habían matado, de hecho entendió que la intención de Halcón no era matarlo, era convertirlo en esclavo, eso sí que no podía permitirlo, así que doblegando su orgullo y reconociendo que es un completo caso perdido, hizo una llamada telefónica desde el celular de una linda enfermera.
—Aló, Brenda, hermana, ahora sí que metí la pata en grande, necesito tu ayuda…
«Aire, no puedo respirar» ese fue el primer pensamiento de Victoria al ser del todo consciente de lo que pasaba, pero aunque otras veces ha sentido estar en un viaje extraordinario y no siempre bonito al drogarse, esta vez era cierto. Estaba dentro de un auto; bajo el mar. Victoria abrió la puerta, a duras penas empujando con todas sus fuerzas, al salir de la trampa de metal que se convirtió el automóvil. Victoria alcanzó la superficie en busca del anhelado oxígeno. El mar estaba frío, los pulmones le ardían y su garganta quemaba de tanto toser por el efecto de la sal y siente que alguien la hala con apremio, nadaron a tierra firme, el hombre era un rubio desconocido que la zarandeaba sin piedad y es primera vez que lo ve en su vida. Victoria trastabillaba en la arena, tenía una sandalia con un tacón de aguja con el que era imposible caminar, o mucho menos correr, el otro pie descalzo, el sonido de otros autos se escuchó en la carretera sobre ellos, pero Victoria no puede gritar, el
8 meses después.“Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia”. Repitieron todos los integrantes de la sala de reunión de narcóticos anónimos, estaban en Milán y Diego fue con su padrino Fabricio, el día de hoy recibían a varios nuevos, razón por la cual la reunión la hicieron un poco más formal con un púlpito y era el turno de Diego. Buenas noches, mi nombre es Diego y soy adicto —los presentes lo saludaron—. Señores no les diré que la sobriedad es fácil, pero todos aquí hemos tenido una vida dificil, el solo hecho de luchar contra esta terrible enfermedad ya es una tragedia, pero es cierto, sí podemos superarla un día a la vez, un minuto a la vez, un segundo a la vez, en mi caso me hice adicto siendo un niño y me repetía que no era mi culpa, y pues quizas no lo era, pero recaí siendo adulto, tratando de soportar la tentación comencé a jugar en casinos y resulta q
Rebeka tomó aire y se sumergió de nuevo, lo vio yendo hacia el fondo del mar lo tomó del brazo y lo haló hacía arriba, emergió de nuevo y lo abrazó para sacarlo. —Diego, no me hagas esto, no se te ocurra hacerme esto ¡Ayuda!, ¡auxilio! —gritó y Guadalupe reaccionó y también gritó, la lancha apareció y las ayudaron a subir, allí Rebeka acostó a Diego y comenzó la resucitación. —Guadalupe busca mantas, el agua está muy fría… Guadalupe no perdió tiempo y fue dentro del pequeño camarote donde los muchachos de seguridad la atendieron. —Vamos Diego, no me hagas esto, respira, vamos, regresa, mi amor, no se te ocurra dejarme —Rebeka insuflaba aire en sus pulmones y empezó a llorar al ver que Diego no reacciona, hasta que su alma regresó al cuerpo en cuanto Diego empezó a toser y botar el agua que tragó. —Gracias Dios mío —dijo Rebeka y lo abrazó—, no vuelvas a hacerme esto Diego, vivirás cien años recuerdas —Diego no paraba de toser y Michael llegó y detrás de él los Larsso
—¿No te importa que prefiera a Rebeka? —Dice Guadalupe para distraer a Rossana —Callate mocosa, seguro te acercaste a esta para sacarle dinero y ahora pasarás un infierno por lame botas. Rossana se acercó para agarrar a Rebeka y ella le dio un golpe directo a la garganta, Rossana no lo esperaba y Rebeka aprovechó para hacerle una llave que le inmovilizó los brazos y arremetió con ella contra la pared, pegando la cabeza al duro material iba hacerlo de nuevo pero Rossana se zafó, lanzó una patada y Rebeka echó atrás para defender su vientre, ese era el objetivo de Rossana y la embistió y la hizo caer con ella encima, Rebeka le metió los dedos en los ojos y la hizo retirarse lo suficiente para darle un golpe y entró Luciano. —Pero es que siempre debes dar pelea, amore mio —Luciano chasqueó la lengua y estuvo entre ambas mujeres y le dio una bofetada a Rebeka y quitó a Rossana—. Suficiente, ni estando esposada y embarazada puedes someterla. —Imbécil, se había soltado. —Buen
Diego corrió y la enorme puerta del galpón estaba abierta y a Luciano lo estaban montando en un automóvil, no habían menos de cien hombres y habían matado a los más de treinta que cubrían el lugar, Diego disparó, pero fue inutil, el auto era blindado, fue por Massimo y Michael, este último se levantó. —Estoy bien… —¿Estás seguro? —preguntó Diego y Michael se quitó la camisa, llevaba chaleco antibalas, Diego se arrodilló junto a Massimo. —Papá… —dijo sin pensarlo— ¿tienes chaleco?, dime que tienes chaleco, por favor, el miedo fue terrible cuando a pesar de sentir el chaleco había sangre. —Duele, no recordaba que doliera tanto —Diego rompió la camisa y justo debajo del chaleco había un agujero de bala. —Debo sacarlos de aquí, Michael ayudame… Entre los dos iban a cargar a Massimo, pero este no dejó y solo pidió que lo ayudaran a ponerse de pie, Diego notó que Michael también sangraba en el muslo. —Tienes un balazo en la pierna —dijo Diego—, maldito Luciano, ¿qué f
Salieron de allí y fueron ocupando varios vehículos, a Luciano y al otro hombre los montaron en una van, Diego y Michael subieron con ellos. Michael se echó a reír a todo pulmón. —Se creyeron los del C-4 —Michael se burlaba y Luciano sonreía, para nada estaba preocupado, el otro hombre, el representante de Slashdot, parecía ser de cera, no emitía ni un sonido, entraron al galpón de las peleas y amarraron a cada hombre a una silla. —¿Recuerdas cuando me trajiste aquí, qué buenos tiempos, ¿cierto? —le dijo Diego a Luciano mirándolo desde arriba—, lo que me recuerda… Diego le dió un golpe con el puño bien cerrado en la nariz. Luciano gritó y de inmediato se le salieron las lágrimas por consecuencia del golpe en la nariz de la que emanaba sangre que manchó de inmediato su camisa. —Aprovecha tu momento, que después vendrá el mío. —Lamento que te arrepientas de no haberme matado cuando pudiste, no me gusta pegar a alguien impedido, pero tú lo mereces —le dió otro golpe que
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