Capítulo 4 Nuestros demonios

 Rebeka se dedicó a su trabajo, todos los días le llegaba un ramo de flores de Luciano, la idea de venir a Milán era estar más cerca de él y nada había sido como lo planeó, recibió llamada de su madre y su cuñada y se emocionó con un mensaje de Luciano, esta noche regresaba a Milán, al final de la tarde estaba en una suite vip del hotel arreglándose cuando recibe la llamada de Victoria su mejor amiga, estaba en el hotel, Rebeka autorizó su ingreso.

   —¡Bruja, estás aquí!, —fue el recibimiento de Rebeka, su amiga la abrazó emocionada.

   —Hola Rebeka con “K” —le respondió Victoria sonriendo y bromeando como niña—, si tú ahora eres gerente del mejor hotel de Milán yo lo aprovecharé al máximo.

Rebeka y Victoria, eran amigas de toda la vida, desde la escuela, para Rebeka era la hermana que no tuvo.

   —Empezaremos a divertirnos desde hoy mismo, Luciano me invitó a salir, lo llamaré y le diré que vas conmigo.

   —Sí, de reventón en Milán —respondió Victoria emocionada—,  ya buscaré mi agenda de italianos hermosos para esta noche.

   Y de verdad Victoria tenía una agenda repleta, ella era modelo de pasarela y en Milán tenía muchos amigos.

   El casino Fortuna no solo contaba con juegos de azar, tenía teatro, discoteca, excelentes restaurantes, aunque también contaba con suites de mucho lujo la especialidad no era el hotel, aquí la clientela iba y venía, y vaya que lo hacía cada noche, toda la publicidad que se exhibía respecto a la inauguración de la jaula de peleas de artes marciales mixtas inundaba el lugar con la foto de Diego como el legendario Loky, dios del engaño.

   Rebeka llegó en su propio vehículo con Victoria, irían a la discoteca y allí se encontrarían con Luciano y la cita de Victoria, el ambiente era movido y divertido, el lugar estaba abarrotado de gente, el amigo de Victoria llegó y ella bailaba, reía y se recostaba de él, Luciano nada que llegaba y Rebeka estaba aburrida sin aceptar bailar con nadie.

   Diego estaba listo para irse a su casa cuando recibe un mensaje en su teléfono móvil, ve el remitente “pequeño Mickey”, sonríe y abre el mensaje.

*Adivina dónde estoy trabajando*.

   Decía el mensaje, seguido una foto de Mickey sirviendo tragos y detrás de él el emblema “Casino Fortuna”

   —Te voy a matar Mickey —dijo Diego entre dientes.

   Diego levantó la cara y ya se iba cuando ve entrar a Halcón con tres hombres, sus matones y escoltas.

   —El mismísimo Loky que ahora trabaja para mí en Milán.

   —Trabajo para don Massimo y por solo un mes.

   Halcón se echó a reír.

   —Cambió de planes, ahora trabajas para mí, estamos donde comenzamos y está vez no te vas a escapar, porque ahora sé todo sobre ti, Diego Aguirre, venezolano de 32 años, gerente del Gym Warriors en el hotel Larsson Milán —Halcón se echó a reír—, conseguiste que los Larsson contrataran a una escoria como tú gracias a Brenda de Larsson, tu única familia, a parte de Michael Herrera, el "pequeño Mickey", como olvidarlo si es un excelente peleador.

   —Tanto interés en mí —respondió Diego fingiendo que no le importa, pero su corazón está acelerado, detesta que sus problemas puedan perjudicar a alguien más—. Me siento halagado.

   —Deberías estarlo, te me escapaste una vez, nadie lo había hecho, así que no permitiré que vuelva a ocurrir, espero que esta vez estés dispuesto a escuchar, si no quieres que tu gente pague las consecuencias, tienes tan pocos en tu vida.

   —Jefe, llegó la mercancía.

   —Ya voy… —Halcón dio una última mirada a Diego y se fue con su empleado, Diego pudo ver como algunas chicas con vestidos muy cortos pegados y con colores extravagantes iban entrando por una puerta que antes no había visto abierta cercana al vestuario de luchadores.

   Diego se fue casi corriendo, pero antes de ir por su moto, fue directo a la discoteca, Michael era bartender y preparaba varios tragos flameados a la vez y lo aplaudían, al terminar consiguió a Diego con muy mala cara.

   —¿Qué demonios haces aquí Mickey? —preguntó furioso, pero también desesperado.

   —Tenía que estar cerca, no sé si podrías necesitarme —contestó Michael con la frente en alto.

   —¿Necesitarte?, te necesitaba lejos de aquí, de mí desastre, pasó lo que temía, acabo de ver a Halcón —susurró lo justo para que solo Michael escuchara—, estoy muy jodido, hermano.

   —Con más razón me necesitas cerca.

   —No…, él sabe que tú eres importante para mí, acaba de amenzarte si lo desafío, también nombró a Brenda, pero a ella le sobra seguridad, ese hombre tiene poder, y está involucrado con el mismo don Massimo, vas a renunciar y te vas a ir muy lejos de aquí, si es posible a Venezuela, le pediré ayuda a amigos, te meterás en el campo…

  —¡Ayuda!, por favor ayuda… —se escuchó la voz de auxilio cerca de ellos.

   Para un extranjero en cualquier parte del mundo, escuchar que hablan tu idioma hace que prestes atención, eran gritos femeninos, pero la música era alta, así que muchos no prestaban atención, Diego fue a ver, en la pista a una chica agachada a punto de ser aplastada dando golpes a los bailarines, Diego sintió subir la bilis a su boca al ver que era Rebeka.

   —¿Rebeka?...

   —Diego, gracias a Dios, es mi amiga Victoria —dijo Rebeka llorando muy asustada.

   La chica estaba asfixiada en el suelo, le era imposible respirar y en eso comenzó a vomitar líquido y espuma y se puso morada tratando de respirar.

   —¿Qué consumió? —preguntó Diego a Rebeka.

   —No lo sé —respondió Rebeka desesperada negando con la cabeza.

   —¿Y tú?, dime Rebeka ¿has consumido algo?

   —¡No!...

   —Dime la verdad Rebeka.

   —¡Te he dicho que no! —Respondió alterada Rebeka, loca de preocupación por su amiga, que perdió el conocimiento y Diego le tocó el pulso—. Victoria estaba con un amigo, yo no lo conozco y ahora no lo veo por ninguna parte, él debió darle algo.

   Michael llegó junto a ellos con algo en la mano y miró a Diego que le afirmó enérgicamente con la cabeza, Michael se arrodilló y presionó un inhalador en las fosas nasales de Victoria.

   —¿Qué es eso?, ¿qué le dio?

   —Es Narcan —le informó Diego a Rebeka, en el suelo, Victoria regresó en sí inhalando una gran cantidad de aire, estaba completamente asfixiada, el color regresó a su rostro y se desmayó de nuevo.

   —Vicky, reacciona por favor… —suplicaba Rebeka. 

   —Vámonos, debemos llevarla al hospital.

   Diego cargó a Victoria, Michael salió con ellos, Rebeka fue adelante y abrió la puerta trasera de su automóvil, Diego metió a Victoria con cuidado.

   —Por favor Diego conduce tú —le dijo Rebeka temblando, Diego tomó sus llaves y entregó las llaves de su moto a Michael.

   —Mickey te llamaré desde el hospital, me buscas allá.

   A Victoria la atendieron en el hospital, dejando a Rebeka y a Diego en la sala de espera, aún las manos de Rebeka temblaban y las lágrimas fluían sin sollozos, solo no podía pararlas, ella solo murmuraba plegarias por su amiga. Diego la dejó un rato y regresó con un vaso desechable con café del cafetín y se lo ofreció, Rebeka temblando tomó el vaso.

   —Debí traerte té, creo —dijo Diego y se sentó junto a ella—. Debes llamar a su familia.

   Rebeka negó con la cabeza.

   —Sus padres no están en el país, siempre viajan y están muy ocupados.

   —¿Estaban las dos solas?

   —Luciano, Dios mío —recordó Rebeka de repente, buscó en su bolso y no estaba su teléfono móvil—, mi novio creerá que lo dejé plantado. Si es que pudo llegar —lo último lo murmuró, pero igual Diego la escuchó.

   —¿Por qué estás con un hombre que te deja sola en una discoteca?, tampoco te visita en el hotel, solo te manda flores como si estuvieras muerta.

   —Él está trabajando, es un hombre con muchas ocupaciones; no tienes derecho a criticar mi relación.

   —Toma, llamalo de mi teléfono para que te acompañe —le ofreció Diego su teléfono móvil, pero Rebeka no lo tomó, no le pareció correcto tener a Luciano allí, seguramente criticará a Victoria.

   —No me sé el número de memoria, no importa, después le explico, es lo de menos, lo importante es Victoria.

   —¿Desde cuándo es adicta?

   —Ella no es adicta —contestó Rebeka y de nuevo las lágrimas fluyeron libres.

   —Sí es, princesita, hoy tuvo una sobredosis, ella estará bien, o eso creo, pero sería bueno que llevara su vida en otra dirección —Diego se levantó y dio una vuelta, a él no le gustaba quedarse quieto mucho tiempo, sintió pena por Victoria y sintió desagradable que a Rebeka le pasara lo mismo—. No quisiera que tú también consumieras drogas —dijo en voz baja.

   —No lo hago.

   Diego la miró y sonrió.

   —No importa, no tienes que decirme, no es mi problema.

   —Es cierto, en mi familia el asunto de las drogas es un tema peliagudo, mi tío la única vez que habló muy serio conmigo fue para prevenirme sobre las drogas y bueno, Victoria ha probado algunas cosas, nada del otro mundo, hierba, pastillas, no es para tanto.

   —¿Has oído que todos los comienzos son difíciles?, pues no aplica para los vicios, en esos pasas de cero a cien sin darte cuenta.

   —La llevaré a una clínica de desintoxicación, esto no seguirá así, yo no la abandonaré.

   Diego se sentó junto a ella y Rebeka se recostó en su hombro, no lo hizo para insinuarse, necesitaba el apoyo de alguien, ella nunca había estado sola en su vida, cada reto y situación difícil era solucionado por su familia, pero en esta ocasión el problema no era ella y no podía traicionar la confianza de Victoria llamando a los Larsson, ni siquiera a Luciano lo quería cerca en esta situación, por alguna razón se sentía cómoda con Diego.

   —Princesita, lo primero que debes saber es que es tu amiga quien debe reconocer que tiene un problema, es ella quien debe dar el paso, no puedes solo llevarla, no funciona así.

   Rebeka levantó la cabeza.

   —¿Por qué tienes que menospreciar todo lo que hago?, siempre señalando que yo no sé nada y tú lo sabes todo, desde que te conocí siempre es lo mismo, no es mi culpa que tu vida haya sido más difícil que la mía, igual tengo problemas como todo el mundo, me enervas.

   Rebeka se levantó de la silla y bebió el resto del café y botó el vaso, al regresar, Diego la miraba intensamente.

   —Quisiera saber menos de la vida, princesa —esta vez su tono no era jactancioso, él recostó la cabeza en la pared detrás de la incómoda banca del hospital—. Nacimos en mundos distintos Rebeka, yo sé que fuera de las discotecas hay distribuidores de porquería porque yo alguna vez fui quien las distribuia, he visto en mi vida a mucha gente como tu amiga —Diego hizo una pausa—, yo he estado en la posición de tu amiga —Rebeka lo miró y él a ella—, yo soy adicto en recuperación.

   —No lo sabía, Diego —Rebeka se sintió estúpida, realmente Diego podía tener razones para ser como era y no tenían nada que ver con ella.

   —No es algo que uno ande diciendo a todo el mundo en realidad, el camino que tiene tu amiga es duro, yo fui adicto muy niño y duré quince años sobrio, pensé que lo había superado, tenía más años de haberlo dejado que de vida cuando me hice adicto, pero descubrí que es una enfermedad incurable, de paso me hice adicto a las apuestas y perdí mucho dinero, estoy en quiebra y soy un desastre, aunque un desastre en recuperación que lucha por vivir a pesar de que mi vida no vale nada.

   Rebeka lo abrazó, ahora sintió que era él quién necesitaba de apoyo.

   Un hombre carraspeó junto a ellos y se separaron.

   —Buenas noches —saludó un joven mostrando una placa—, policía, debo hacerles unas preguntas.

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