Gabriele se encontraba en el apartamento de Luciano, sus cuerpos se habían acercado de manera casi inevitable, como si la distancia entre ellos fuera una línea borrosa e inexistente, el beso había comenzado con ternura, pero pronto se volvió más intenso, ambos intentaban traducir ese contacto en una forma de expresar lo que sentían.
De repente, Gabriele se apartó con delicadeza, colocando sus manos sobre el torso de Luciano para alejarlo un poco
Luciano, confundido, preguntó.
—¿Qué pasa, Gabriele, por qué me apartaste?
Gabriele lo miró con los ojos llenos de preocupación.
—Luciano, hay algo que necesito decirte... pero no sé cómo hacerlo.
—No te preocupes, puedes decirme lo que sea.
—Amalia ya lo sabe. Sabe sobre nosotros… —Soltó Gabriele algo asustado.
Luciano se llevó las manos a la cabeza, incrédulo, el mundo acababa de tambalearse bajo sus pies. Miraba fijamente a Gabriele con desilusión y rabia.
—¿Cómo pudiste, Gabriele...? ¡Habíamos prometido que esto sería nuestro secreto!