~Damián~

Apenas llegué al auto.

Mi mano temblaba cuando agarré la manija, no por miedo, no por adrenalina, sino por el tipo de furia que solo la lujuria puede causar, esa clase de dolor que se acumula profundo en los testículos y sube por la columna como un maldito fuego que no puedes apagar. Abrí la puerta de un tirón y me dejé caer en el asiento con un gruñido en la garganta y un pulso martilleando entre mis piernas tan fuerte que mi visión se volvió borrosa.

La puerta se cerró detrás de mí, el aire estaba denso. Todavía podía olerla en mí, ese aroma dulce, resbaladizo y adictivo. Su calor estaba grabado en mi piel, el sonido de su voz aún resonaba en mi cabeza.

"Señor".

Joder.

Agarré el volante con ambas manos, mis nudillos se pusieron blancos y mi mandíbula se apretó tanto que sentí que mis dientes se romperían. Se suponía que iba de camino a una reunión del consejo, se suponía que debía estar tranquilo, concentrado. Era el Alfa de esta manada, siempre en control.

Pero yo no era na