Los ojos de la señora se abrieron por completo - ¿ya lo sabe? - preguntó, sorprendida.
-Fue un accidente - su voz estaba ronca, dañada por los residuos del llanto. Su garganta se contrajo al decir - me ha echado de su casa - sin querer, las lágrimas se volvieron a acumular en sus ojos.
Los pulgares de la señora, limpiaron sus mejillas. Llevándose con ellos la humedad de las lágrimas - Don Nicolás es un hombre de razón, ¿te ha echado sin más?.
A través de la neblina en sus ojos, le explicó a la figura borrosa ante él - Se puso furioso, me gritó a mi y a Caeli - luego, añadió - me preocupa haber dejado a Caeli solo.
La señora asintió, tomando la esquina del delantal. Lo jaló desde sus piernas hasta que llegó al rostro de Adair, donde rozó la tela gastada en