Esas palabras fueron como una flecha que atravesaba el corazón de Adair. Agachó la cabeza - Sí, señor. Pero…
-Padre - ambos hablaron al mismo tiempo.
La furia del viejo se desbordó - ¡Caeli! - gruñó - ¡te dije que te fueras!.
A Adair le preocupaba enojarlo más; así que le habló al joven atrás - hazle caso, no empeores las cosas - no vio su rostro cuando el chico pasó frente a él. Se quedó un momento frente a su padre antes de seguir su camino. Cuando lo vio marcharse, Adair suplicó - Por favor, castígueme a mi. No le haga nada a Caeli…
Pero el señor fue frío - ¿no escuchas? - dijo con los dientes apretados - ¡vete!, ¡no te atrevas a aparecer por mi vista!.
Adair se volvió loco. Se lanzó al suelo y cayó a