Me recuesto en el sofá, cruzando una pierna por el lado y apoyándome en el cuero frío. Todo lo que él tiene que hacer es mirar hacia arriba. Con un dedo, de manera juguetona, recorro mi entrada, recogiendo humedad en la punta y llevándola hasta donde mi clítoris late con fuerza.
Había experimentado antes con tocarme, pero no era algo habitual, y nada de lo que había hecho antes tenía el efecto que Ryden había provocado en mí. Hago un círculo lento y provocador alrededor de mi clítoris, y con la mano libre alcanzo uno de mis pechos, apretándolo hasta que un suave gemido se escapa de mis labios.
Bajo los dedos. Dios, estoy más húmeda de lo que debería a estas alturas. Estoy prácticamente empapando su pobre sofá. Tomo la humedad y la llevo hacia mi clítoris. Un gemido más profundo se escapa de mis labios mientras presiono contra mis dedos y mi cabeza cae hacia atrás. Mis dedos van hacia el pezón, lo giro y luego lo pellizco con fuerza.
Tal vez sea porque estoy haciendo esto frente a él.