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Intento mentirme, y en ratos lo logro. No quiero pensar que las cosan son como me las cuentan. No quiero saberme traicionado por ella. Le hice mucho mal, claro que merezco el revés. Pero ella parecía tan justa, tan pura. Lejos de cualquier venganza… ¡siempre amiga del perdón!

—Deben saber qué pasó exactamente con Inossa —digo una mañana mientras desayuno pan con mermelada.

—No tienes por qué hablar ahora, Julio. Debes tener la cabeza hecha añicos —contesta Regina mientras llena con café mi taza semi vacía.

—Ya gano con tener la cabeza puesta en su lugar. Hecha trizas o entera, merecen mi colaboración. Se la jugaron por mí sin conocerme, sin que…

—Conocíamos a tu madre.

La respuesta de Sophía me congela las venas.

—¿A mi madre?

—¡No es momento, Sophía!

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