O C T A V O | P1

Capítulo octavo, parte uno.

En un momento estaba sentada en su montura y al otro pasó a estar entre los musculosos brazos de Isyan, si Sirio era para ella como un hermano, Isyan significaba para ella un padre, un mejor amigo incondicional.

—Pequeña niña no sabes cuanto te he extrañado.

Las lágrimas casi se salieron de sus cuencas al inhalar el aroma a tierra y bosque de aquel pecho.

Estuvieron varios minutos abrazados, hasta que Isyan le palpó las costillas. Allí ya no había huesos puntiagudos, en una semana su cuerpo había recuperado todo lo perdido en cuarenta años. Se separó de ella y la observó con el ceño fruncido.

—Por que estas mas llenita y…— olfateo el aire a su alrededor.—Hueles a limpio, ¿hay algo que quisieras contarme?

Ahora venía lo más difícil, después de los abrazos y las presentaciones. Nemesis se separó, observando los ciento un ojos que se posaban en ella. Había cinco camillas improvisadas que fueron dejadas en el suelo, en ella agonizaban cinco soldados. Con
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