La voz de Lloyd no podía ocultar la emoción contenida.
Apareció en la entrada del casino y avanzó con paso firme hacia mí, con la mirada fija, como si temiera que desapareciera en cualquier instante.
Su expresión era compleja: había sorpresa, arrepentimiento y una profunda culpa.
Pero cuando se acercó, fue detenido por mis hombres.
—Nelly, siempre te he estado buscando, ¿podemos hablar? —
Me miró con dolor, su voz ronca y áspera como si hubiera tragado arena.
Ver a Lloyd me hacía recordar el dolor de aquellos cinco años de rechazo y negación.
Pero esta vez, libre de esos tormentos, respondí con calma:
—Será mejor que te vayas, no eres bienvenido aquí.
—No, he renunciado a todo para encontrarte. Te ruego que me escuches, realmente lo siento. Me equivoqué, no te valoré. Dame una oportunidad, te lo suplico. —
Lloyd rompió el bloqueo y llegó hasta mí, intentando agarrar mi mano, pero Kizer salió corriendo desde el casino y lo apartó de un empujón.
—¿Quién crees que eres ahora para pedirle