Capítulo 31: No te amo, Bastien.
Margot se mantenía inclinada al borde de la cama, con su cuerpo desnudo y los hombros aún temblorosos por las arcadas.
El sabor amargo seguía en su boca y el silencio se había vuelto pesado, cortante. Apenas se atrevía a respirar cuando vio desde el rabillo del ojo cómo Bastien se incorporaba lentamente.
Él caminó hacia la cómoda, sacó una botella de agua sin gas que siempre tenía ahí fría, con gotas resbalando por el plástico, vertió en un vaso y caminó hacia su esposa en la cama.
Margot lo observó como si estuviera viendo a un extraño.
—Toma —dijo él, con voz baja, extendiéndole el agua.
Ella lo miró con desprecio contenido. Como si ese simple gesto pudiera compensar el asco, la vergüenza, la humillación. Como si bastara con pasarle un vaso de agua para que todo se olvidara.
—Gracias… —le susurró la mujer con claro tono cortante.
Ella le arrebató la botella, bebió solo un sorbo. El líquido frío le calmó un poco el ardor en la garganta.
Luego, Margot Delacroix se levantó,