Freya fue destruida en su totalidad en manos del hombre que creyó amaría por el resto de su vida, deseando la muerte tras verse en un espejo y no poder reconocerse a sí misma, pues ya no quedaba nada de lo que una vez fue. Pero la vida le dio una segunda oportunidad por algún motivo, quizá porque el amor y la fe de su familia eran tan grandes que no permitieron que ella muriera o porque aún tenía propósitos que cumplir. Cual fuera el caso, en medio de su agonía, odio propio y desagrado por su rostro, un amor del pasado tocará nuevamente su corazón y la hará preguntarse si alguien como ella, que ha perdido la vida, merece amar de nuevo y ser feliz luego de haber estado por mucho tiempo encarcelada en un infierno que teme volver a vivir. ¿Podrá permitirse amar ahora que el amor ha tocado la puerta de su corazón por segunda vez? ¿Podrá Freya dejar sus miedos e inseguridades atrás y permitirse ser feliz?
Ler maisEncontrándome frente al espejo, ante mi peor enemiga, no podía mover un solo músculo ni tampoco abrir los ojos. Me resultaba imposible mirarme una vez más después de muchísimo tiempo y ver lo que había quedado de mí.
Mi mente, en cuestión de segundos, se perdió en los malos recuerdos, haciendo que mis temblantes manos no pudiesen liberarme de esas cadenas que aún me ataban y me condenaban a recordar una y otra vez como un bucle sin salida el peor de los infiernos.
Estaba muerta por más que mi corazón latiera y algo muy dentro de mí me obligara a respirar. Por más que abriera los ojos y viera colores y formas a mi alrededor, todo para mí estaba oscuro, sin gracia alguna, sin belleza, sin esas tonalidades brillantes que antes me hacían sonreír y me encantaba tanto fotografiar.
El sol era eso, un cuerpo enorme que daba luz y calentaba cada día, pero que no llegaba a tocarme por ningún motivo, como si fuese un repelente y huyera de mí. Y la luna, de diferentes formas estaba allí, quieta y sin mucho que hacer, dándole un poco de iluminación a las oscuras y frías noches que pasaban ante mis ojos con desgano y aburrimiento.
Cuando se perdía todo en la vida, no había nada que pudiera hacerte cambiar de opinión. Solo la muerte le daría paz al alma y terminaría todo el sufrimiento que no solo se había tatuado en la piel, sino también que se había impregnado en el corazón y solo pedía una sola cosa a gritos: morir, acabar con el sufrimiento y los recuerdos que atormentaban día a día.
Por mucho tiempo deseé morir, el dolor en mi alma era mucho más fuerte al que había sido sometida en carne viva, y lo único que podía desear era un descanso a tanto sufrimiento. Necesitaba cerrar los ojos para siempre, olvidar que el amor me había hecho morir y que pagué las consecuencias aún después de muerta. Quería dejar de respirar y dejar de mirarme en el maldito espejo, ahí donde veía mi propio reflejo y lo único que podía sentir era un inmenso e inigualable odio y repulsión.
Culpaba a mi hermano mayor por haberme salvado. Lo odié por rescatarme, por no dejarme morir cuando se suponía había llegado mi momento, y odié aún más verlo llorar por mí, por no haber llegado a tiempo, por no haber estado para mí cuando más lo necesitaba, por cómo me sostenía en sus brazos y me pedía a gritos que no me rindiera, que no lo fuese a abandonar ni en ese momento ni nunca.
Odiaba respirar, odiaba mi horrible voz, odiaba verme reflejada en el más mínimo espejo, porque como toda flor hermosa y radiante que se marchitaba, había perdido todo y ya no quedaba absolutamente nada para halagar su beldad.
Era un cuerpo más sobre la tierra, esperando con total tortura que mis días llegaran a su fin y dejara de sentir lo que tanto corroía mi corazón, ese odio y dolor que no me permitía entender nada más que mi sufrir.
Pero así como deseaba la muerte, una parte de mí, esa que estaba en el fondo de mi ser y aún resguardaba lo que una vez había sido, ansiaba una oportunidad para vivir, una pequeña luz de esperanza que iluminara todo a mi alrededor y me hiciera sonreír de nuevo, esa vez, para siempre. Esa pequeña parte que relucía en mi interior cada vez que la soledad me envolvía y la tristeza se hacía insoportable, me decía que si había vivido era porque aún tenía una oportunidad de ser feliz, pese a que mi lado oscuro ya no tenía esperanzas absolutas de que aquello fuese posible.
Esa luz estaba muy cerca, quizá irradiando tanta luminosidad que me había dejado ciega y no lo podía apreciar en su totalidad. Por más que mi corazón latiera errático cuando Bruno estaba cerca, mis muros, forjados de sangre y lágrimas, no permitían que él se acercara ni un poco. Por más que lo negara, me hacía feliz que él estuviera conmigo en cada paso y me diera pequeñas ilusiones que se marchitaban al caer la noche, pero que al salir el sol volvían con fuerza y me mantenían a la expectativa y temerosa de lo que fuese a pasar, pero solo bastaba mirarme en el espejo y comprender que jamás tendría oportunidad alguna para ser feliz.
Era un monstruo y, por más que me dijeran lo contrario, no podía verme de otra forma. Mi rostro completamente desfigurado, irreconocible y deformado por el fuego que me consumió aquel día. Mi piel marchita y arrugada a lo largo y ancho de mi cuerpo me recordaba segundo a segundo cómo había terminado ese gran amor que tanto me marcó y acabó conmigo.
Me enamoré sin mucho esfuerzo de un hombre que me mostró lo más bonito que había en su ser, que me elevó hasta lo más alto del cielo y me mantuvo segura por mucho tiempo. Julen era el hombre deseado, lo que toda mujer buscaba: un tipo atento, cariñoso y apasionado. Pero bien dicen que todo lo que brilla no es oro y, desde luego, tuve que vivir el peor de los infiernos para conocer su verdadero rostro, para darme cuenta que bajo la máscara de un buen hombre que decía estar enamorado, se escondía un demonio dispuesto a todo sin importar el daño que pudiese ocasionar.
Si había algún culpable de mi desdicha, ese era el maldito amor, que me había cegado de la peor de las formas y me había orillado al filo de la muerte, burlándose de mí, regocijándose con mi dolor y las lágrimas que al sol de hoy seguía derramando en completa soledad.
Quizá, por eso, me costaba salir de la tela blanca que envolvía mi rostro. Mis manos temblaban y mi corazón latía muy deprisa, lleno de miedo, porque hacía mucho que no me veía al espejo y me condenaba al horrible recuerdo de ser prendida en fuego vivo, sintiendo como la piel ardía, el aire escaseaba en mis pulmones y me retorcía y suplicaba en medio de mi agonía, pensando que una vez me contemplara en el espejo seguiría estando muerta en vida.
Podía sentir mi rostro húmedo bajo las vendas que envolvían mi rostro, recordando a detalle como el fuego se sentía contra mi piel, ardiendo con supremacía y acabando poco a poco con mi débil cuero.
Aquel recuerdo había quedado en mi piel y en mi alma por siempre y era tan difícil poder borrarlo, porque por más que hiciera el intento de erradicarlo de mi mente, al cerrar los ojos, podía verlo de pie, mirándome con esa inmutable indiferencia mientras mi piel ardía en agonía y sufrimiento, sonriendo de aquella retorcida manera que dejaba en claro lo mucho que disfrutaba del espectáculo sin sentir una pizca de remordimiento.
Hoy no era diferente por más que el escenario fuese distinto. Podía sentir el peso de su mirada en mí, pero esta vez curioso por saber el resultado de todas aquellas cirugías a las cuales me había sometido por decisión propia y que me harían tener un mejor aspecto.
—Vamos, preciosa, no llores. Y si lo haces, espero que sea de emoción —escuché una voz suave y reconfortante que aniquiló la presencia de un monstruo en cuestión de segundos y tiñó mis más temidas pesadillas e inseguridades en un rayo de esperanza—. Yo estoy aquí, y mientras lo esté, no tienes de qué temer.
—¿Y si el resultado no es el que esperaba?
—De igual manera seguirás siendo la más hermosa y con todo el derecho de ser feliz.
Bruno me tomó de la mano y me dio las fuerzas que por un instante sentí perder. Él tenía un don especial y un gran poder en mí, me despertaba de la muerte en la que me había sumido y me hacía pensar en alcanzar un punto alto que se encontraba a mi alcance pero a la vez lejano. Pero, sobre todo, se había convertido en una ilusión que latía en mi pecho con demasiada fuerza y me asustaba demasiado, porque aunque sabía que él jamás me haría daño, el miedo de salir muerta una vez más seguía latente en mi corazón.
Suspiré, soltándome de su agarre y fijando la vista en el espejo. Mis manos se movieron por sí solas, aún temblantes, y liberaron mi rostro de aquellas cadenas que ya no tenían peso ni poder sobre mí.
Lentamente y con el corazón a punto de estallar, me fui quitando las vendas que envolvían mi cara. Mi piel iba quedando expuesta a medida que la blanca tela caía, dejando entrever una piel fuera de rigurosidad y asquerosidad.
No sabía que mi corazón podía latir más fuerte, pero, lo hacía cada vez más violento conforme mi cara había quedado al descubierto y podía reconocer algunos rasgos de mi cara. Si bien las cirugías no habían sido 100% reconstructivas, ahora podía contemplarme al espejo sin sentir asco ni dolor.
Mis dedos se deslizaron por mi cara, con gran suavidad y sintiendo miedo de arruinar el trabajo que habían hecho conmigo. Las cicatrices eran tensas, se sentían duras al tacto y de un tono rojizo muy diferente a toda esa piel muerta que tenía hacia unos meses.
Aún así, podía verme, no como antes, pero podía ver a Freya aún sabiendo que hacia falta tiempo para sanar completamente y poder contemplar un mejor resultado. Me veía a mí misma y no a ese monstruo en el que me había convertido y lo enterraba junto a ese verdugo que había muerto.
.
. .¡Hey, amores!
Por aquí de nuevo con una historia más. Les recuerdo que este libro será super cortico y no hace falta leer ningún otro para entenderlo, pero igual si les pica la curiosidad pueden leer primero "Deseo Enfermizo" para que conozcan a varios de los personajes que aquí se mencionan.
Espero que les guste y se enamoren de esta linda historia.
No olvides votar, comentar y guardar este libro en tu biblioteca si es de tu agrado. De antemano les agradezco todo el apoyo y el amor que le dan a mi trabajo.
¡Les deseo una lectura apoteósica!
Besos y abrazos 💋
Había enloquecido, eso era un hecho que nadie podía negar, ni siquiera yo misma.Quizá sí estaba loca, porque preparar una boda en tan solo tres días, y temiendo que pudiera dar a luz en cualquier momento, era una clara señal de que había perdido toda mi cordura.Pero no era así, solo eran mis fervientes deseos y anhelos actuando por mí. No se me podía culpar, si solo podía pensar en ser feliz, y casarme —en tres dias—, era mi mayor felicidad, así como una completa locura.Todo era un caos, desde el hecho de que nos estábamos preparando para la llegada de nuestra adorada princesa Chloe, hasta los más mínimos detalles de la boda.A pesar de que tenía a Sheyla y a Amanda ayudándome en todo, lo cierto era que las tres no dábamos abasto. Y no es que fuera la gran ceremonia ni tuviera cientos de invitados, pero igual no dejaba de ser tedioso así fueran a asistir familiares y amigos cercanos —lo que se resumía a menos de treinta personas—.Lo más difícil de conseguir fue el vestido, después
Me dije a mí misma que no debía ilusionarme demasiado, que no perdiera la cabeza ante el hecho de que no pudiera tener hijos, que no enloqueciera si nada era claro y todo podía pasar.Pero, en mi mente, seguían rondando las palabras que Bruno me había dicho noches atrás, cuando exterioricé el miedo que sentía de no poder ser madre.«Hay muchos niños en busca de amor, protección y una familia que les brinden lo mejor. Siempre podrás ser madre, mi amor, así que no tienes por qué sentir miedo, después de todo, amar a quien no lleva tu sangre es una muestra palpable de que estás hecha para ser una madre maravillosa».Siempre tenía las mejores palabras para mí, no solo para dejarme muda, sino para calmar mis más profundos miedos. Él tenía tanta razón, y es que mi vida no se iba a detener si yo no podía tener un hijo, no cuando había cientos de niños esperando un hogar, una bonita y hermosa familia.Adoptar también hacia parte de tener una familia y ser los mejores padres que un inocente pu
Pensé que mi madre y mi hermano me dirían algo por irme a vivir demasiado pronto con Bruno, pero ellos se mostraron felices y lo único que me dijeron fue que, si estaba segura de dar ese paso con él, me apoyarían en todo. Además, no era como si fuera a vivir al otro lado del mundo. Estaríamos muy cerca, como a unos cinco minutos en auto y quince a pie.La experiencia de vivir juntos ha sido tan maravillosa. Cada día, al despertar, una felicidad tan inmensa e incomparable que no podía describir me gobernaba el alma y me hacía sentir tan viva, tan feliz, tan llena de ilusiones y tan enamorada de tener a mi lado a un hombre como Bruno.Jamás en mi vida me había sentido tan completa, amada, dichosa, que estaba en el lugar indicado, que todo valía la pena, que el mundo tenía sentido y que todo se esfumaba y quedaba una increíble paz que me decía que ahí, en sus brazos, pertenecía desde siempre.No había un solo día donde no fuese feliz. Me sentía viviendo en una interminable fantasía, en u
Estando envuelta en aquellos brazos de hombre que más que calma y calidez me brindaban seguridad y un inquebrantable y poderoso amor, me permití recordar el inicio de nuestra historia. No era de algunos meses atrás o desde que empezamos a salir, era una historia que había iniciado hacía años y había empezado a trazarse incluso cuando ignoraba el amor que Bruno sentía por mí. Era una historia que había tenido un sinfín de capítulos previos antes de que empezara a relatarse verdaderamente.Recordé mi adolescencia y una sonrisa se desplegó en mis labios. En cada uno de mis recuerdos, por más mínimo que fuera, él siempre estuvo presente. Cuando me gradué de mi bachillerato, en cada uno de mis cumpleaños desde que era una chiquilla, en cualquier evento escolar al que asistiera mi hermano y él siempre lo acompañaba, incluso estuvo presente en mi primer día de universidad y en aquella boda que me llevó a conocer un infierno. Estuvo ahí cuando mi padre murió, fue quien me dio sosiego y me bri
Llegamos a la cabaña en cuestión de minutos, pasando de la risa a una descontrolada pasión que nos sumergió en un mar de emociones y sensaciones que crecían y se arremolinaban en nuestro interior con demasiada fuerza.Bruno me acorraló en la misma puerta, sujetando mi cabello y mi nuca con sus grandes manos mientras su boca exploraba la mía con una ansiedad que dejaba ver hasta entonces, dejando en claro lo mucho que me deseaba, como si no existiera nada que lo hiciera contenerse.Me besaba como si no hubiera un mañana, rozando su lengua con la mía de una manera que me tenía encandilada a más no poder. Mi cuerpo se amoldaba al suyo, como si fuéramos dos piezas de rompecabezas que empataban a la perfección. Sentía que flotaba, y no era para menos, si esos besos estaban siendo verdaderamente alucinantes.El beso subió de intensidad en cuestión de segundos, nublando cada uno de mis sentidos y, logrando así, que todo dejara de existir a mi alrededor. El calor que emitía su cuerpo era pode
Me mantuve quieta donde estaba, sintiendo que la tierra bajo mis pies se movía, que las manos me sudaban en exceso y que el corazón me martillaba con mucha fuerza. La ansiedad me carcomía con cada segundo que transcurría, pero lo que más me tenía al borde del colapso era el silencio en el que se había sumido Bruno desde que salí de la habitación.No era que me arrepintiera de la ropa que usaba o me sintiera incómoda o insegura con ella puesta, pero sí debí pedirle a Sheyla que no eligiera prendas tan… reveladoras. El vestido negro que había elegido tenía un escote en V que resaltaba mis atributos, ajustándose en mi cintura y terminando en prenses hasta el medio de mis muslos. De hecho, la falda era bastante corta y me sentía algo expuesta, pero me había contemplado por muchos minutos en el espejo y me había gustado como me quedaba el vestido.No sabía cómo romper ese silencio tan denso que se había formado entre los dos. Bruno no dejaba de mirarme de arriba abajo y con una fijeza que
Último capítulo