Pasé más de un día inconsciente, solo flotando en la nada, ajena a todo y todos. Y cuando finalmente abrí los párpados, Nathan ya había traído todo un equipo médico para mí. Vi la bolsa de sangre conectada a mí a través de una intravenosa, el tubo de oxígeno ayudándome a respirar.
Me pasé la lengua por los labios resecos, tan débil todavía que a mi pecho le costaba subir y bajar. Mi médico, que revisaba mis signos vitales en el equipo, me observó abrir los parpados y mirar todo con ojos pérdidos.
—Hola —sonrió.
Volví mis ojos a su rostro, tenía marcadas ojeras y una expresión agotada.
—Perdiste algo de sangre durante el parto y dormiste por un buen rato, pero ya todo está bien.
Se sentó en la silla al lado de la cama y me acarició la cabeza con cuidado. Yo solo podía verlo, mi capacidad de hablar aún no volvía por el agotamiento, sentía que nunca podría volver a abrir los labios y decir una palabra.
—Revisamos al bebé, está sano, Hannah. No necesitas preocuparte por él.
Con esfuerzo, m