Antes de pensar que había enloquecido por creer que Alexandra Rumanov sería un problema en mi matrimonio, llegué a preguntarme si volvería a soportar todo lo que me hizo vivir la exesposa de mi marido cuando reapareció con su hija.
Pero Alexandra era muy diferente a Sabine, empezando por sus intenciones.
—Puedo prometerte que no seré un problema para tu matrimonio, Hannah. No seré motivo de discordia entre Adam y tú.
Contraje los labios, preguntándome si acaso estaba jugándome una broma o cómo podía decir ese tipo de cosas sin gota de vergüenza.
—¿Hablas en serio? —inquirí, incrédula y molesta—. ¿Buscas mi aprobación para convertirte en la amante de mi esposo?
Alexandra asintió sin la menor duda, manteniendo una expresión seria y ligeramente inocente.
—No pretendo quitarte a tu esposo ni provocar un divorcio entre ustedes, porque salta a la vista que Adam está enamorado de ti. Aunque lo intentara, creo que jamás lograría que él te dejara por mí.
Sonrió ligeramente, aceptando su fraca