CUANDO ME VAYA. CAPÍTULO 56. Traición de sangre
Había algo que quizás nadie más sabía, pero Nhora y él tenían muy claro que ella lo había educado con una capacidad especial para ser cruel.
—¡No te voy a decir…! ¡No te voy na…! ¡Puedes torturarme todo lo que…!
Y él se lo tomó en serio.
La siguiente pluma fue a clavarse violentamente entre las articulaciones de su mano hasta llegar a la madera, y los gritos de Nhora retumbaron en aquella catedral como jamás se escucharían otros.
—Hay muchas plumas en esta mesa, madre, y yo soy un hombre paciente —murmuró—. Devuélveme a mi mujer… o te juro que no te dejaré morir.
Podía parecer una locura que alguien fuera capaz de hacerle eso a su propia madre, pero la realidad era que esa era la misma mujer que acababa de ordenarle que matara a su medio hermano. Así que si se ponía técnico, ella misma lo había enseñado a no respetar nada, incluidos los lazos de sangre.
—Dime dónde está y yo me aseguraré de que tu sufrimiento sea poco —siseó y su madre lo miró con odio, con uno que se había encargado