CUANDO ME VAYA. CAPÍTULO 22. Aprendí lo peor
Si era honesta, ni siquiera tenía fuerzas para levantarse. Hacía dos días que no comía, y no le habían dado ni un poco de agua; pero por suerte o por desgracia, Jana Parker no era de las que se dejaban morir fácilmente. Todavía era de madrugada cuando la puerta se abrió con un ruido pesado y chirriante, y aquella mujer tan desagradable se detuvo en el umbral.
—¿Qué? ¿Sí se te ocurre levantarte o estás dispuesta a pasarte otro día más sin comer? Tú decides —gruñó con aspereza, y Jana levantó la vista para clavarla en ella.
No solo tenía la nariz amoratada, sino también una parte de la mandíbula, y sabía que eso no se lo había hecho ella. Era lo suficientemente perspicaz para darse cuenta de que Kris había puesto el límite en golpearla, y también estaba bastante segura de que él era perfectamente capaz de pegarle a cualquier mujer sin que su brújula moral tan desviada sufriera por eso.
Despertarse le había costado muchísimo, pero había hecho un esfuerzo supremo para sentarse en la cama.